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Las reglas que los huéspedes de Isabel II tienen que seguir en su casa de verano

La monarca pasa las vacaciones de verano en su finca de Escocia, donde recibe a huéspedes que tienen que seguir unas reglas no escritas.

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Isabel II del Reino Unido en Balmoral. (Foto: AFP)
Fecha Actualización
Las reglas no escritas de la residencia de verano de la reina Isabel II del Reino Unido. Hace unos días la soberana británica llegó al castillo de Balmoral para disfrutar de sus tradicionales vacaciones de verano. En su finca, rodeada de montañas, bosques y lagos, la soberana suele recibir, junto a los miembros de la familia real británica, a otros huéspedes.
Para sus invitados es un honor, pero también una “prueba” que no todos superan. Isabel II somete a sus huéspedes a una serie de exámenes con las que determina si son capaces de adaptarse a su rutina escocesa, tan real como informal. Quienes no superen el “test de Balmoral” no volverán a ser invitados.
Qué es ‘el test de Balmoral’ de Isabel II
Muchos han fracasado en el intento. Una de ellas fue Margaret Thatcher, quien no superó la prueba al presentarse a las 6:00 p.m. vestida de gala, según se cuenta en la serie The Crown. Balmoral es el único lugar en el que la reina se relaja de verdad. Es el único lugar donde puede permitirse vestir cómoda con chaquetas remendadas y botas desgastadas. Y los invitados tienen que saber adaptarse.
Pero no solamente se trata del código de vestimenta de la realeza. En Balmoral entran en escena “extrañas y oscuras tradiciones familiares”, reglas, bromas y mensajes en código que, como explica el biógrafo real Andrew Morton, “pueden intimidar a los recién llegados”.
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Por ejemplo, durante las cacerías, en las que se supone que todos los invitados participan con entusiasmo, deben conocer el orden de importancia de los participantes, que no tiene nada que ver con la jerarquía real, sino más bien con su experiencia como cazadores.
Después de la cena, ojo con negarse a participar en los juegos de mesa que tanto divierten a la realeza, sobre todo a la reina. Se juega en el salón, donde es fácil meter la pata. Imagine que se le pasa por la cabeza sentarse en la mismísima silla reservada para la reina desde hace años. El hecho de que todas las sillas parezcan viejas no ayuda: el sillón menos regio podría ser el favorito de la soberana.
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