Beijing. [AFP]. Tras las medidas de restricción impuestas por el , los vendedores ambulantes han regresado a las calles de las ciudades de China alentados por las autoridades, aunque la policía les sigue haciendo la vida imposible.

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China, el primer país golpeado por el nuevo coronavirus, se recupera progresivamente de la epidemia que ha hundido la economía y ha dejado a millones de trabajadores sin empleo.

Para llegar a final de mes, los más vulnerables proponen comida, ropa, juguetes o hasta conejos vivos en las calles.

Como Wang Zhipin, de 72 años, instalado en un paso subterráneo de Beijing que busca desesperadamente clientes para sus calcetines o medias.

Las cosas no están bien”, lamenta este hombre procedente de la provincia central de Henan, que trabajó en la limpieza.

No tengo otros ingresos y mi salud es mala y no puedo seguir limpiando en el suelo”, explica.

El primer ministro al rescate

El primer ministro Li Keqiang elogió en un discurso pronunciado el mes pasado a los vendedores ambulantes que permitieron, según él, crear 100.000 empleos en una gran metrópoli del suroeste, en el momento en que el país se enfrenta a una explosión del desempleo.

La economía de la calle y los pequeños comercios son importantes fuentes de empleo (...) y son tan vitales para China como las tiendas de lujo”, declaró.

Las declaraciones de Li han sido interpretadas como una luz verde para la vuelta de los puestos callejeros, prohibidos en las grandes ciudades en nombre de la modernidad y la competencia a los centros comerciales.

Pero muchos vendedores ambulantes se enfrentan al celo de la policía que tardó años en sacarlos de las calles, a veces con violencia.

He empezado esta semana a vender crepes, pero ya me han echado cuatro veces”, asegura esta mujer que prefiere ocultar su nombre, en un barrio del este de Beijing.

El primer ministro “es un alto responsable comunista. ¿Por qué la policía estaría en contra de este deseo del Partido Comunista?”, se pregunta Wang.

600 millones de pobres

La prensa también está en contra. El Diario de Beijing arremetió contra estos puestos callejeros que “no están adaptados” a la capital, donde miles de pequeños comercios han desparecido en los últimos años.

Fuera de Beijing, algunas ciudades y capitales provinciales han suavizado las restricciones.

Los analistas temen que los vendedores ambulantes no basten para relanzar la segunda economía mundial, donde el coronavirus hundió el empleo.

La tasa oficial de paro es del 6%, pero esta cifra excluye a centenares de miles de trabajadores migrantes, originarios del campo y los más afectados por la pandemia.

Según el primer ministro, 600 millones de personas, cerca de la mitad de la población, ganan menos de 1.000 yuanes al mes (menos de 124 euros, 143 dólares).

Esta situación, que puede amenazar la sacrosanta “estabilidad social”, pone también en riesgo la promesa del presidente Xi Jinping de erradicar la extrema pobreza en 2020.

En periodo de desaceleracipon “suavizar las restricciones permite a los desempleados conseguir ingresos”, dice Albert Park, profesor de economía de la Universidad de Ciencias y Tecnología de Hong Kong.

Pero socava a los comercios tradicionales y no estimula el consumo, advierte.

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