Redacción PERÚ21

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Las luces del fumigado sambódromo de Rio de Janeiro se encenderán este lunes para el último día de despampanantes desfiles, listo para la última sobredosis de samba, erotismo y fantasía que en este ha noqueado el temor al zika.

Los cuerpos esculpidos y sudados en lujosos taparrabos se mecen rítmica, sensualmente; la batería despega del asiento hasta al más patadura, los ojos no bastan para tanto destello, la cerveza no logra calmar la sed en la noche caliente: durante dos noches, miles de cariocas y muchos turistas viven en un mundo alternativo.

Seis de las mejores escuelas de samba de Rio recorrerán esta noche los 700 metros del sambódromo para competir con otras tantas que desfilaron la víspera por el título de "campeona del carnaval".

Los setenta mil espectadores del sambódromo y los cinco millones de fiesteros —incluidos un millón de turistas— que hace dos semanas siguen una estricta dieta de samba, cerveza y seducción en carnavales callejeros de Rio y de todo el país se encogió de hombros ante el zika.

Lo último que quieren ahora es un problema. "Uso repelente pero la verdad es que al pueblo brasileño el zika le importa un rábano. Es Carnaval, tenemos la sangre caliente. Después de la quinta cerveza nadie se acuerda del zika", dijo a la agencia AFP Marilene Borba, de 67 años, instalada esta madrugada en las gradas del sambódromo para el primer día de desfiles.

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