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Artesanos belgas transforman residuos en piezas únicas de decoración
Geoffrey Abras trabajó durante dos décadas en una empresa de tratamiento de residuos y, consciente de los muchos deshechos que se acumulan día a día, fundó una cooperativa de artesanos en la ciudad belga de Namur para transformarlos en obras de arte, un ejemplo de economía circular.
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Geoffrey Abras trabajó durante dos décadas en una empresa de tratamiento de residuos y, consciente de los muchos deshechos que se acumulan día a día, fundó una cooperativa de artesanos en la ciudad belga de Namur para transformarlos en obras de arte, un ejemplo de economía circular.
Desde mediados de febrero regenta además la tienda Namufacture, un establecimiento con aires de apartamento donde ofrece a sus clientes objetos de decoración reciclados, algunos de segunda mano y otros reparados por los artesanos de la cooperativa para promover una nueva forma de consumo.
“Este banco de madera está hecho con estantes de metal que hemos soldado para crear una estructura. Luego le pusimos una madera, que hemos pintado y transformado, para darle un acabado y que parezca nuevo, pero, sin embargo, son residuos”, cuenta Geoffrey en una entrevista a Efe en su establecimiento.
Este reparador de 36 años acude diariamente a diferentes empresas de Namur, capital de la región de Valonia, para recoger deshechos, redistribuirlos entre los artesanos siguiendo sus afinidades artísticas - hay quienes prefieren trabajar con madera o quienes optan por el metal - y, una vez terminados, venderlos en la tienda.
Con el objetivo de reutilizar los desperdicios de esta ciudad de la zona francófona del país, Geoffrey también creó lo que él denominó la “materioteca”, donde almacenan todos los residuos que recogen y la gente es libre de llevarse los materiales y darles una segunda vida.
Consumir y luego tirar
A diferencia de las fábricas en serie “donde todas las piezas son iguales y todos los interiores de la gente se parecen”, opina el artesano, cada objeto de Namufacture tiene su propia historia que la convierte en una “pieza única” que no puede encontrarse en ninguna otra casa.
Lo que más le atrae de este modelo de negocio es que se crean puestos de trabajo a nivel local y “en igualdad de condiciones”, algo que la producción en masa no hace “porque el trabajo está en otro lugar”, explica.
Geoffrey se aleja de la idea de “consumir y luego tirar” y opta por hacer circuitos cortos de producción y distribución, evitando así que la materia prima venga de América Latina, se ensamble en China y se venda en Europa, por ejemplo.
Para este manitas tiene “más ventajas” promover el trabajo de los artesanos locales que recuperan residuos “en vez de comprar productos que explotan los recursos de la Tierra”.
En su opinión, hay dos formas de entender el concepto de “nuevo” entre los consumidores: hay quienes están más abiertos a “reutilizar, a la comida orgánica y a la “slow life” (vida lenta) y los que viven a “mil por hora y que están inclinados a las nuevas tecnologías y colonizar el espacio”.
“Creo que la gente debería tomarse su tiempo y dejar de correr para ganar dinero y comprar cosas que al final no necesita”, dice Geoffrey, a lo que añade que la pandemia ha hecho reflexionar a la gente sobre el tiempo que pierde en tener nuevos bienes que no le van a hacer feliz.
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