Mientras prepara una alucinante causa en Panchita, el restaurante de comida criollaza de Gastón Acurio, Martha Palacios cuenta su relación con el fútbol, quizá tan íntima como la que mantiene con la cocina. Pero de la calidad de sus platos y de su carisma se sabe bastante. Lo que pocos conocen es que es una hincha con camiseta tatuada.

Cuando llego a Panchita, Martha está con una casaquilla de la selección y en su rostro se puede observar las huellas de una tristeza que tardará en marcharse.

Vamos, Martha se anima, piensa en las nuevas generaciones, piensa que somos más equipo que antes. Sonríe. Y ya no quiere saber nada del Mundial, ya no quiere ni encender la tele. La cocina, que tiene ese poder mágico de hacerle olvidar los malos momentos, es su trabajo, su hogar, su espacio de perfección. Salen los anticuchos y la carapulcra, una jarana criolla en la mesa. Ella sonríe, agarra su bandera peruana para la foto, convoca a su equipo y otra vez, como el jueves, dice: “¡Arriba, Perú!”.

Al comienzo lo viví (el Perú-Francia) con mucha tensión, estrés y nervios. A medida que iba pasando el partido, y después del gol, decidí meterme a cocinar porque no podía seguir frente a la tele. Me sentía muy mal. A mí no me encanta el fútbol. ¡A mí me apasiona! Desde muy chiquita, mi papá jugaba fútbol, mi hermano también y yo les cargaba los chimpunes. El fútbol para mí es importante, ha estado en mi vida siempre. No soy una hincha más. Al menos, así me siento yo.

Durante años estuve como resignada, un “ya será para la próxima” cada vez que Perú no llegaba al Mundial. Ya no me afectaba como hincha. Uno se había acostumbrado. Cuando veía a otros países, yo me decía “esos son unos genios”. Hoy estoy con pena por la derrota, por no pasar a octavos de final, pero me mecho con todos los que hablan mal de la selección. Es un equipo que está en proceso de aprendizaje y de seguir adelante. Sería importante involucrar a chicos más jóvenes para tener un equipo sólido.

El día que Perú clasificó, yo estaba como loca. Ese día yo dejé todo y me puse a ver el partido. Por ratos me iba a la cocina –la cocina me relaja– y regresaba a alentar. Fue un día increíble, lleno de energía.

Todo mi equipo estuvo frente a la tele. A lo largo de las Eliminatorias, pusimos pantallas en Panchita y nos pusimos a aplaudir a Perú. En esos partidos y en este con Francia, cantamos el himno nacional con el alma.
El fútbol es pasión. Esta nueva generación tiene pasión y compromiso por el Perú y con la gente. El futbolista peruano ha cambiado y espero que sigan comprometidos con los hinchas, con el pueblo, con el Perú.

Tengo pena porque creo que estos chicos merecían pasar a octavos. No siento cólera. En el fútbol hay que ser eficientes, no basta jugar bien. Hay que meter goles. Es como cuando yo hago un arroz con pato buenazo y la criolla está mal. Mi plato se malogra. Se tiene que cerrar el círculo.
Merecíamos una mejor suerte, supongo que lo digo como hincha. Yo aposté a que Perú llegaba a más y eso no pasó. Bueno, así es el fútbol. Desde esta derrota no prendo la tele, no quiero saber nada y no quiero saber qué pasa con el Mundial.

Los muchachos han dejado todo en la cancha. Gareca cambió el chip a los jugadores y eso es bueno. Vivimos un gran momento, a pesar de la tristeza.

DATOS
-Martha Palacios es la jefa de cocina de Panchita y una de las mejores chef del Perú.
-Nació en el asentamiento minero de Casapalca. Su familia está conformada por cinco mujeres y un varón. Su padre José Palacios le inspiró este amor por el fútbol y también por la cocina.

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