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Una mano hermana en Villa El Salvador [CRÓNICA]
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“Un arroz con huevo o un plato de menestras es bastante para nosotros, y lo que usted hace se lo va a bendecir Dios”. Así es como le agradece una vecina de Villa El Salvador a Carlos Moreno por darle comida todos los días.
En medio de esta cuarentena obligatoria, radical pero necesaria para contener la expansión del coronavirus, una pequeña luz se ha encendido en Villa El Salvador para un grupo de vecinos que vivían del día a día y que ahora sufren para conseguir un plato de comida para ellos y sus familias.
Una luz que congrega todos los días, desde las 11:30 de la mañana, a más de 100 personas –debidamente separadas por más de un metro de distancia, como disponen las normas– en el Sector 1, Grupo 9, Lote 1, de ese populoso distrito.
Carlos Moreno ha encendido esa esperanza en quienes no sabían cómo afrontar el aislamiento social obligatorio, en quienes creyeron que el mañana no llegaría con un plato caliente de alimentos.
El “hermano Carlos”, como sus vecinos lo llaman, tiene muy claro que donde comen dos comen tres, cuatro o más de 100. Lo importante es que nadie se quede con hambre, por lo menos a la hora de almuerzo.
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Este comerciante de productos naturales, quien antes ejerció el periodismo en Tumbes y que ahora, además, predica la palabra de Dios de manera personal, también se ha visto afectado económicamente por la cuarentena, pero sus ganas de ayudar hacen que él y Jesús Navarro, su esposa, día a día saquen energías para darle una mano a quien toca a su puerta.
Todo empezó, según cuenta, cuando una pareja de venezolanos llegó a su hogar buscando un colchón y se quedaron a almorzar. Luego fueron cuatro extranjeros y a la semana, incluidos peruanos, ya eran 15 los que se acercaban con su táper por una porción de comida. Hoy ya son 119 personas que a diario esperan por, en algunos casos, el único alimento que recibirán durante todo el día.
Los alimentos para repartir no son fáciles de conseguir, pues el factor económico le ha pasado factura a Carlos. Inicialmente utilizó el dinero con el que compraría los uniformes escolares de sus tres hijos. Luego se ayudó con un ingreso que recibió su esposa, y hoy sus vecinos y algunas personas de otros lugares que han visto la labor que este comerciante realiza contribuyen con algún aporte económico o víveres para cocinar.
Sacos de arroz, menestras, fideos, papas, verduras y todo lo que la gente pueda donar es bienvenido. No importa la cantidad.
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Para recibir comida en el hogar de Carlos no es necesario ser de la zona. Hay personas que caminan cinco kilómetros porque saben que él los estará esperando con un plato caliente.
Carlos cuenta que inclusive hay un par de personas a las que les regala cincuenta céntimos a diario para que se trasladen a su vivienda y puedan recibir su ración. “No sé cómo alcanza la comida, hasta ahora no hemos visto a una persona que venga y no le hayamos dado algo, porque si falta se prepara más”, relata.
Este filántropo de Villa El Salvador es consciente de que está expuesto al contagio del coronavirus. Y sí, asegura tener miedo de lo que le pase, pues tiene hijos pequeños y es una persona de riesgo, pero hay una fortaleza dentro de él que le permite seguir adelante con una alegría que contagia hasta a la persona más triste.
“¿Por qué no apoyar a la gente que necesita? Yo sé que Dios me va a dar fuerza”, asegura con la fe que le da el empuje todos los días.
Esa misma fe que lo llevó a pertenecer a una iglesia a la que luego renunció, pues asegura que sentía que había muchos intereses de por medio y que, en lugar de primar el amor por el prójimo, se priorizaba la pasión por el dinero y los diezmos.
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En voz baja confiesa que tiene otra preocupación, y es qué va a pasar cuando ya no tenga cómo apoyar. Se pregunta cómo les tendría que decir que no a quienes han encontrado en él y en su esposa un refugio ante la adversidad.
Sin embargo, no deja que eso lo tumbe, y cada cierto tiempo prefiere hacer un chiste para aparentemente olvidar que hay contratiempos.
LA MEJOR RECOMPENSA
Su apoyo, dice, tiene una recompensa personal. Es la felicidad que siente cuando ve a un niño caminando desde la esquina para recibir los alimentos y luego llevárselos a casa, quizá para compartir con algún familiar que no pudo salir a recogerlos. Esa es la mayor satisfacción que recibe, recalca.
Como el “hermano Carlos” sabe que hay gente que no puede ir, hace también servicio de delivery, principalmente para las embarazadas y personas de la tercera edad que hoy ya no pueden movilizarse.
Las personas que llegan hasta la casa de Carlos saben el esfuerzo que están haciendo él y su familia para darles una mano, y todos coinciden en que la ayuda desinteresada ha sido una bendición.
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Pero también dentro de ellos hay una frustración porque sienten un abandono por parte de las autoridades, a quienes reclaman las canastas y bonos que muchos de los que esperan por su almuerzo no han recibido.
“El hermano nos ayuda y nosotros le damos las gracias porque la Municipalidad de Villa El Salvador no tiene ni viene por acá”, asegura Graysi, una vecina que llega en compañía de sus tres hijos. Ella ha recibido el bono de S/380, pero no le resulta suficiente ya que también ayuda a sus padres y hoy no tiene un trabajo fijo que le permita tener otro ingreso.
APOYO
Para ayudar a Carlos y a sus comensales, cualquier ayuda es bienvenida. Por eso, además de recibir víveres y artículos de cocina, ha habilitado la cuenta BCP 191-98184796-0-59 para quienes quieran hacer un donativo.
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