Ada Velásquez es una de los miles de médicos que combaten el virus en el Perú. (GEC)
Ada Velásquez es una de los miles de médicos que combaten el virus en el Perú. (GEC)

Con un padre en Estados Unidos aislado por ser un posible portador del y una madre doctora que lucha cara a cara contra esta pandemia, un hijo puede sentir miedo y desolación. Eso es lo que siento en este momento.

“Tranquilo, hijito. Ya hemos enfrentado epidemias y brotes”, me dijo mi mamá el viernes en la noche, mientras conversábamos por videollamada sobre su trabajo. “Lo hicimos con el ébola y hace poco con el sarampión. La experiencia de estos casos y sentir que aportamos para evitar la muerte de muchas personas, nos fortalece”.

En esta pandemia, a nuestra familia le ha tocado un papel especial: ayudar a contener la expansión de este virus, cada uno a su manera. Yo, como periodista de Perú21, trabajo en buscar y publicar a diario información veraz para que nuestros lectores tomen las mejores decisiones en esta crisis. Ella, como médico, junto a miles de sus colegas, se enfrenta directamente al virus para salvar vidas.

Su nombre es Ada Velásquez. Tiene 57 años y 25 de ellos los ha dedicado a su profesión. Desde hace tres meses, está en la primera línea de batalla contra el coronavirus. Trabaja en una de las puertas de entrada que tuvo el COVID-19 en el Perú: el aeropuerto internacional Jorge Chávez (Callao).

“¿No tienes miedo a contagiarte?”, le pregunto. “Mi mayor miedo es que este virus llegue a las zonas de extrema pobreza, por ejemplo a poblaciones andinas e indígenas que no tienen acceso a servicios de salud. Si la pandemia llega hasta allá, sería desastroso. Nosotros, los médicos, sabemos los riesgos que corremos, pero es el camino que elegimos. Ahora, necesitamos toda la ayuda posible”, responde con una serenidad que me gustaría que todos tuviéramos en este momento.

Equipo de seguridad que utilizan los médicos en el aeropuerto. (GEC)
Equipo de seguridad que utilizan los médicos en el aeropuerto. (GEC)

Yo no soy tan fuerte como ella, por eso le digo que tengo miedo a perderla. Le digo lo que siento en busca de su consuelo, como lo hacía cuando era niño. Temo que el beso que le di hace dos semanas sea el último y que no pueda despedirme, por los protocolos para aislar los cuerpos de las víctimas. Como ya no vivo en el hogar familiar hace meses, todo es más oscuro.

Como siempre, ella me calma. Me recuerda que está tomando todas las medidas de protección y me pide que haga lo mismo porque sabe que los periodistas también corremos peligro al ser una de las excepciones a la cuarentena obligatoria por servir a la ciudadanía.

Desde el aeropuerto

El trabajo de control en el aeropuerto inició en enero cuando la OMS y la OPS lanzaron la alerta sobre la expansión del coronavirus. Mi madre me cuenta que al principio se concentraban en los pasajeros que llegaban de Asia, pero que en semanas el virus se volvió un problema global. “La situación nos superó”, me confiesa. “Nuestro personal no alcanzaba. Tuvo que llegar apoyo desde el Minsa y la FF.AA.”.

Aún así los refuerzos no eran suficientes, pero considera que ha sido una buena decisión declarar rápidamente el Estado de emergencia y el cierre de fronteras.

“Cuando me enteré del primer caso de coronavirus en el Perú, del que llaman paciente cero, me sentí frustrada. Pensé que pudimos demorar más su llegada. Ahora debemos evitar que se propague. Yo tengo fe en que vamos a ganar esta batalla”, me dice con una convicción que admiro.

Sabía que

Tras el cierre de la frontera, la unidad de salud del aeropuerto, denominado Sanidad Aérea, estaba avocada a controlar a los peruanos que llegaban de otros países, pero el gobierno anunció que desde las 00:00 hrs de hoy ya no aterrizará ningún avión más.

“Ahora estamos esperando órdenes de la dirección de salud. Lo mejor sería ir a los lugares donde necesitan nuestra ayuda. Sentiría que estoy traicionando a mi profesión si estoy al margen en esta emergencia”, dice Ada sobre su futuro.