Redacción PERÚ21

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"El dolor está allí, nadie te lo va a quitar, pero si tú haces obras en nombre de la persona que ya no está, te vas a sentir liberada, con mucha paz interior y con la satisfacción de dar", reflexiona Consuelo Creamer de Arrieta, presidenta de la Asociación Las Siervas de Nuestra Señora de Fátima-ASIFA, quien, tras perder a su hijo, el mayor FAP Enrique Arrieta Creamer, fundó el albergue para mujeres con cáncer que lleva su nombre.

Hace 14 años, el primogénito de Consuelo, quien era piloto de la Fuerza Área del Perú, perdió la vida en un accidente aéreo en Chachapoyas. Consuelo transformó el dolor en motivación, creación, y acción.

Fundó hace seis años el albergue Mayor FAP Enrique Arrieta Creamer. Ese era uno de los deseos de su hijo. Ella era voluntaria en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas, donde se percató de que algunas de las mujeres de provincia que recibían tratamiento no tenían lugar para quedarse ni el presupuesto para alimentarse, y puso manos a la obra para ayudar.

"El albergue es solo para mujeres porque es chiquito y trato que sea un hogar fuera de su hogar, y que sean parte de mi familia. Acá soy la mamá de todas, me quedo a almorzar con ellas, hacemos muchas actividades para subvencionar el albergue. Creo que vale la pena mi esfuerzo, y no me quejo", cuenta la chalaca de nacimiento.

Consuelo, quien lleva casada 50 años, siempre se esforzó para lograr sus objetivos. Dedicó parte de su vida a la Feria Internacional del Pacífico. Ingresó a la empresa como secretaria, pasó por todos los puestos hasta alcanzar el cargo de jefa de Relaciones Públicas, y luego fue jefa del área de Personal.

Hoy la mayor motivación de su vida es ayudar a las pacientes del Neoplásicas. "Nos sostenemos con colaboraciones, y actividades. Mi dolor de cabeza es el pago de la casa, porque está alquilada. Mis vecinos me apoyan con el pago del agua. Estoy tratando de que Luz del Sur me ayude. Es difícil, pero no imposible. Esto es como la vida de un pajarito; se preocupa por tener su nidito y después todo viene", dice sonriendo la abuela de 12 nietos.

Consuelo pasó duros momentos en su vida. Cuando tenía dos años, perdió a su padre. Mucho tiempo después, sufrió por el fallecimiento de su hijo, y de dos de sus hermanas, una de ellas con cáncer. Sin embargo, ve la vida con optimismo, algo que ha transmitido a las más de 500 mujeres que han llegado, hasta el momento, a su albergue. Ellas encontraron descanso y alivio para enfrentar su enfermedad.

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