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Edmundo Amao Sayas, el cobarde agresor del ácido [PERFIL]
Edmundo Amao Sayas, el cobarde agresor del ácido [PERFIL]
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Sentado en el salón de audiencias de la Corte Superior de Justicia de Lima, donde permanece retenido, Edmundo Amao Sayas asegura ser inocente. No está de acuerdo con los nueve meses de prisión preventiva que le acaba de imponer el juez. Una mascarilla y un protector facial no dejan ver su rostro, pero su voz potente sale para asegurar que apelará la decisión, que todas las acusaciones son falsas. “Soy inocente”, grita, mientras el juez, los fiscales, abogados y víctimas lo escuchan por Zoom. Es la tarde del miércoles 19 y Edmundo luce alterado, actitud distinta a la que presentó el sábado 15, cuando fue detenido en la estación España del Metropolitano. Aquella tarde apenas esbozó palabras frente al policía que lo interrogó en la comisaría de Alfonso Ugarte.
Edmundo es un agresor. Él mismo lo aceptó al ser detenido. Admitió haber rociado ácido a una veintena de personas. Siempre mujeres, siempre en el Metropolitano, siempre en los glúteos. Con una voz aflautada aseguró no haber pensado en el daño que les provocaba. Hace diez meses la misma justificación le sirvió para quedar libre; ahora no correría con la misma suerte. Su descaro y cobardía saltarían a los diarios y noticieros.
—Lo he iniciado como juego, no me daba cuenta de lo que hacía y estoy arrepentido —titubeó.
—¿Y por qué solo a mujeres? —le cuestiona un policía.
—No sabría decirle. Los hombres me dan miedo de que me vayan a pegar.
El modus operandi de Edmundo es tan simple como aterrador. Esperaba a mujeres en alguna estación del Metropolitano. Izaguirre, Naranjal y Angamos eran sus preferidas. Se les acercaba sigilosamente por la espalda y de un momento a otro les rociaba ácido en los glúteos. Luego emprendía la huida. El día que fue capturado, no pudo evitar que la Policía encuentre su arma: un pomo de aseptil rojo que le servía como rociador del peligroso líquido que robaba de su trabajo. El temeroso guardia que dio con el pomo vio cómo el ácido destrozó el papel con el que había sido envuelto. No quiso imaginar el terrible dolor que la sustancia provocó en las mujeres atacadas.
Horas antes de ser detenido, el facineroso había actuado en contra de dos jóvenes: Mary Arévalo y Jessica Apumayta. A ambas el ácido les perforó el jean y terminaron con quemaduras de tercer grado. Mary necesitó cuatro días de descanso, mientras que Jessica, siete.
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SIEMPRE A MUJERES
“El hecho de que tenga el líquido preparado, que siempre ataque a mujeres en la zona glútea –que es una zona erótica, visualmente hablando– nos podría hacer suponer que no le falta entendimiento de lo que está haciendo. Todo lo contrario: hay un plan estructurado”, menciona la psiquiatra Gabriela Gonzales, especialista del Centro Mental Comunitario Honorio Delgado de Pueblo Libre.
“Eso alejaría un poco la sospecha de un déficit cognitivo y, más bien, nos acercaría a definir una personalidad anormal, posiblemente psicopática, que busca placer en este tipo de actos”, agrega la especialista, siempre con la salvedad de que resultan imprescindibles más evaluaciones psicológicas y psiquiátricas.
Hace ocho años un caso similar copó las páginas policiales de Perú y Estados Unidos. El peruano Johnny D. Guillén, de entonces 42 años, fue capturado en el Callao luego de ser buscado por la Interpol. ¿La razón? Había sido acusado meses atrás de cortar las nalgas de cerca de 10 mujeres en Virginia, EE.UU. El desquiciado no solo les robaba, también encontraba algún tipo de placer agrediéndolas. En diciembre de 2012 sería extraditado y condenado a siete años de prisión.
EL CINISMO DE EDMUNDO
El psicólogo forense Manuel Koc hace hincapié en los testimonios que ha dado Edmundo en los últimos días. Lo que en un primer momento fue una aceptación de los hechos ahora se ha convertido en un cinismo indignante.
“Él nunca deja de tener un contacto con la realidad y, cuando comete sus fechorías, se esconde, disimula para no ser atrapado”, advierte. “La gran pregunta es por qué lo hace. Entre las probables respuestas puede ser un impulso de carácter sexual, la idea de tener poder o que es un misógino, con un odio a las mujeres”, resalta el psicólogo, que agrega un apunte. “¿Por qué escoger un lugar lleno de cámaras para cometer estos actos?”.
Con tres hijos y un matrimonio con altibajos, Edmundo no había dado muestras de algún desvarío. En su casa, en Independencia, su esposa asegura no haber sabido nunca de sus problemas. Lo mismo en su centro de trabajo, un local de bisutería en Surco, adonde llegaba cada mañana luego de tomar el Metropolitano. En total recorría 22 estaciones.
Edmundo pasará nueve meses en prisión preventiva mientras la Fiscalía investiga y agrega testimonios al caso. Hasta el momento nueve mujeres han denunciado haber sido atacadas por el huancavelicano, pero lo más probable es que se sumen más. En medio de esta terrible pandemia, ellas tendrán un problema menos de qué preocuparse.
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