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La derecha no tiene quién la escriba

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No siempre los vencedores escriben la historia. Lo demostró un filósofo con sífilis, con el ejemplo del cristianismo. A veces, incluso, la historia la escriben los vencidos. Y en el Perú, la escribe la izquierda progresista.
Pronto se estrenará en cines una tercera película sobre Javier Heraud financiada con nuestros impuestos. Y mientras parte de la derecha perseguirá con antorchas a los funcionarios del Ministerio de Cultura, otra parte analizará libreta en mano cómo una ficción idealiza a un asesino. Como si el cine no estuviera plagado de ejemplos de películas que poetizan la muerte y la subversión.
Ya se ha dicho, pero hay que repetirlo: la batalla cultural no es cerrar cines, sino hacer más películas. Contar la historia de Luis Bedoya Reyes o Fernando Belaunde. No es clausurar el LUM, sino abrir más museos. No es escrachear librerías, sino publicar más libros y llenar vacíos con investigaciones sobre las madres de Sendero o la plata del MRTA. Crear más memoria, no menos.
Históricamente —salvo honrosas excepciones como Pedro Beltrán y sus herederos periodísticos— a la derecha nunca le preocupó la opinión pública. Los pocos seguidores de Riva Agüero y Víctor Andrés Belaunde eligieron otras batallas.
La derecha pensó que imponiéndose con botas y oro ganarían también la batalla de las ideas. Incluso cuando derrotó al terrorismo con inteligencia, olvidó el mensaje del filósofo izquierdista. Lo dijo mientras se llevaba el dedo a la frente: si uno muere, las ideas quedan en los demás.