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Anatomía de una caída

“Desde su entrada al escenario, con un paso lento y dudoso, hasta sus múltiples errores de pronunciación y momentos de desconcertante silencio, Biden dejó claro que los años le han pasado una factura”.

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"Midjourney/Perú21)
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La renuncia de Joe Biden a la candidatura presidencial en Estados Unidos es un hecho extraordinariamente inusual en la política norteamericana. El antecedente más cercano de un presidente en funciones que renuncia a su campaña de reelección se remonta a 1968, cuando Lyndon Johnson dejó la carrera dada su menguante popularidad ante el republicano Richard Nixon.

Desde que en abril de 2023 Joe Biden anunciara su intención de reelegirse, surgió la preocupación. ¿Estaría en capacidad de enfrentar una campaña presidencial a sus 81 años?

Sus partidarios afirmaban que era el único demócrata en poder decir que ya había derrotado a Donald Trump, y que hoy, con las ventajas que suele dar el ser un presidente en funciones, seguía siendo el mejor posicionado para hacerlo de nuevo. Así, Biden no enfrentó ningún opositor con reales posibilidades en el Partido Demócrata, y fue confirmado como candidato en sus elecciones primarias.

En la otra orilla, el Partido Republicano puso la puntería en el flanco más evidente de su contrincante desde el primer momento. Así, la campaña de Trump invirtió millones en anuncios que ridiculizaban a Biden como un anciano: lapsus verbales, caídas subiendo escaleras, momentos de distracción, etc. Y las dudas calaron. Una encuesta del prestigioso medio Wall Street Journal, publicada a inicios de este mes, revelaba que el 80% de los votantes consideraba que Biden es demasiado mayor para ser un presidente efectivo.

Por ello, la primera tarea de Biden y su equipo era disipar las dudas en torno a su capacidad física y mental para seguir gobernando. Esto es lo que motivó a proponer un primer debate presidencial en junio, algo sin precedentes considerando que el primer debate suele darse en septiembre u octubre, pocas semanas antes de la elección de noviembre. El objetivo de Biden era despejar, muy temprano en la campaña, las dudas sobre su estado mental y así deshacerse de ese lastre desde el inicio.

Lamentablemente para Biden, el tiro salió por la culata. Si algo se llevaron los norteamericanos del debate, fueron precisamente más dudas. Desde su entrada al escenario, con un paso lento y dudoso, hasta sus múltiples errores de pronunciación, trabas, lapsus y momentos de desconcertante silencio, Biden dejó claro que los años le han pasado una factura.

No es una exageración decir que nunca en la historia norteamericana un debate había sido tan catastrófico para un aspirante a la presidencia, y el efecto se sintió: según diversas encuestas en los días posteriores al debate, cerca de la mitad de los electores demócratas consideraban que Biden debía retirarse de la contienda.

Dos semanas después de este golpe, vino el intento de asesinato a Donald Trump. Afortunadamente, y solo por unos pocos milímetros, este no pasó de un gran susto, pero sí tuvo un impacto político significativo. La extraordinaria reacción de Trump ante el hecho, levantando el puño, con la cara ensangrentada, y gritando “fight” ante una multitud enardecida, proyectó una imagen de fortaleza e incluso heroísmo que planteaba un contraste brutal con la imagen decaída de su opositor demócrata.

El escenario no podía estar ahora más cuesta arriba para Biden. A tal punto que se filtraron declaraciones del expresidente Obama —quizás el demócrata más reverenciado de la política norteamericana— aceptando que las posibilidades de su exvicepresidente eran cada vez más remotas. Al mismo tiempo, muchos donantes de la campaña de Biden comenzaron a dudar sobre la efectividad de destinar más recursos a este fin. A ello se sumaron diversos medios de enorme prestigio, como el New York Times o The Economist, que demandaron la renuncia del candidato.

Así las cosas, más que tomar una decisión, al presidente Biden no lo quedó más que aceptar una decisión que ya estaba siendo tomada por los electores, los financistas y la presión de medios.

Kamala Harris tiene hoy una enorme oportunidad de empezar con renovada energía, con una imagen fresca, y con el soporte que le da el decidido endoso de Biden, que incluye cerca de US$100 millones en financiamiento de campaña, y un staff de 1,300 profesionales que está ahora a su disposición. Veremos ahora si está a la altura del enorme reto que el destino le ha ofrecido.

 

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