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Colección del Bicentenario 200 años de la Economía en el Perú: ‘El polémico Oncenio de Augusto B. Leguía’
Gozó de gran popularidad, pero sus excesos personalistas y sus afanes reeleccionistas generaron descontento que se acentuó con la crisis internacional de 1929. Tuvo un gran plan de obras públicas y modernización.
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La Plaza San Martín es una obra emblemática de Leguía. En 1921 celebró el Centenario de la Independencia inaugurando obras en Lima, como esta. (Britanie Arroyo /GEC)
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Cuando Augusto Bernardino Leguía llegó al poder en 1919 se inició lo que en la historia del Perú conocemos como el Oncenio. Este periodo de once años se caracterizó por una apertura al exterior, criticada por excesiva por sus detractores, que se mantuvo a lo largo de sus cuatro etapas. La primera provisional, de apenas unos meses, hasta que se realizaron las elecciones y fue electo presidente hasta 1924. Este año, reforma de por medio, fue reelegido para el periodo hasta 1929; y, tras otra reforma constitucional, iba a gobernar hasta 1934, pero en 1930, el comandante Luis Sánchez Cerro con importante respaldo militar no lo permitieron.
El Perú que asumió Leguía no vivía una época de bonanza pues aún se sentían las secuelas de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Una de estas era el alto precio de los alimentos de conformaban la canasta básica de entonces, como la carne, el arroz, la papa, que se habían encarecido porque durante la guerra muchas haciendas habían reemplazado el cultivo de alimentos por el de algodón, cuya demanda desde Europa se había disparado. Pese a ello, la economía mantenía un ritmo de crecimiento positivo, un sector exportador con envíos más diversificados que a finales del siglo XIX, y una industria manufacturera que se había expandido hasta abarcar rubros como el de alimentos y bebidas, golosinas e incluso textiles y calzado.
Con la finalidad de impulsar una serie de obras públicas, Leguía buscó conseguir financiamiento de EE.UU. Sin embargo, como en la década del 20 el Perú no tenía un banco central, los estadounidenses instaron a que el Perú contara con una entidad capaz de garantizar un tipo de cambio que pudiera facilitar el pago de la deuda en el futuro. Fue así como enviaron al economista William Cumberland para que ayude con la implementación de la entidad que hoy conocemos como el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP).
Otro intento por conseguir préstamos estuvo relacionado con la empresa canadiense International Petroleum Company (IPC), que operaba en el Perú desde 1913. La IPC tenía un conflicto con el Estado por asuntos tributarios, ya que debía pagar impuestos según un cálculo que implicaba considerar una medida de profundidad (distancia del subsuelo) que era difícil de estimar. Por eso la IPC planteó al Estado una amnistía tributaria para que no se le cobrara el monto de unos US$198.7 millones anuales. El pedido databa de 1916, pero Leguía decidió solucionarlo con un tratado que le permitió acceder al empréstito.
Leguía fue muy criticado y se le calificó de pronorteamericano, pero tanto su acercamiento a la IPC como la creación del BCRP, le permitieron acceder al financiamiento para poner en marcha su plan de obras públicas. En sus once años de gobierno, la deuda externa pasó de US$12 millones a US$124 millones, la mayor parte con la banca de los Estados Unidos (hoy las cifras significarían un aumento de US$180.7 millones a US$1,934.1 millones).
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La ciudad cambia de rostro
El financiamiento al que logró acceder Leguía permitió el desarrollo de obras públicas. Algunas de estas son recordadas por formar parte del plan para celebrar por todo lo alto el centenario de la independencia del Perú en 1921. La plaza San Martín en el centro de Lima, inaugurada el 27 de julio de ese mismo año, es quizás una de las obras más recordadas, aunque los planes de construirla ya existían desde 1917. Otras obras fueron la pavimentación de calles de los distritos del Rímac, Chorrillos, La Victoria y San Miguel, así como el inicio de los proyectos de saneamiento y alcantarillado en Arequipa, Cusco y Trujillo, además de la capital.
La mayor urbanización de las ciudades guardó relación con el desarrollo de la actividad manufacturera; su expansión demandaba mayor mano de obra, generando empleo e incrementando la población de la capital. Ello incidió en el surgimiento de nuevos estratos sociales en distritos limeños como el Rímac y La Victoria, creados como tales en 1920.
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Infraestructura
Entre las obras impulsadas durante el oncenio, también se financiaron proyectos de infraestructura productiva, con mucho énfasis en la irrigación para expandir el territorio cultivable. Ejemplos de estos avances son Las Pampas y Cañete. Además, en el año 1924, propuso el Proyecto Olmos como la gran obra de irrigación, para beneficiar tierras entre Cascajal (en La Libertad) y el valle del río Chancay (Lambayeque). Lamentablemente todo se vio frustrado por las lluvias extraordinarias del año 1925, por el azote del fenómeno El Niño.
Durante el oncenio se impulsó la construcción de carreteras. Se comenzó con la Panamericana y para finales del gobierno uno podía viajar de Lima a Trujillo en 22 horas. Estas obras necesitaron mucha mano de obra que llevó a dictar la polémica ley de conscripción vial.
La minería de 1919 a 1930
Cuando Leguía llegó al poder, la minería pasaba por una etapa de precios bajos de los metales debido a la caída de la demanda luego de la Primera Guerra Mundial. Esto afectó la actividad minera local y por ello la minería como parte de las exportaciones totales se redujo y pasó de representar el 40% del total en 1918, a solo el 20% en 1920. Algo similar sucedió con las agroexportaciones, lo cual afectó el comercio exterior en aquellos años. Sin embargo, este comenzó a recuperarse en 1921. Uno de los factores que contribuyó a este mejor escenario fue la recuperación de los envíos mineros, que llegaron a representar la mitad del valor de las exportaciones totales del Perú entre 1922 y 1925. Y en los años siguientes tal situación mejoraría hasta que la minería representó el 67% de las exportaciones en 1929, pues luego comenzaría la Gran Depresión tras el Crack de 1929.
Entre 1920 y 1931 la población ocupada en la metalurgia, el mueblaje y la industria de la construcción aumentó en 45%, 62% y 45%, respectivamente. También se amplió la actividad manufacturera destinada a productos de consumo popular.
Monedas, estilo de vida y clase media
En el segundo gobierno de Leguía también se emitieron monedas de pequeño valor que dinamizaron el comercio. Previamente los bienes de consumo se vendían al por mayor ya que no existía un precio para cantidades de consumo diario. El arroz se vendía por costal y no por kilo o gramos, por eso el comercio popular estaba muy enfocado en el trueque, limitando la adquisición de las clases más bajas. Las nuevas monedas de cobre o latón permitieron monetizar los salarios que dejaban de ser pagados con alimentos. Esta experiencia fue un shock cultural; el pueblo decidía qué comprar, así como cuánto y cuándo hacerlo. La demanda trajo competencia y variedad de productos, lo cual también influyó en la aparición de más tiendas de comercio al por menor, en lo que fue importante la migración china, japonesa y libanesa (mal llamada turca) y sus negocios.
En cuanto a vivienda, en 1920 se podía observar que en Lima el 42% de casas tenía una habitación, mientras que el 25% contaba con dos. Estos eran sobre todo hogares con bajos recursos. Luego figuraban las viviendas de clase media, con 3 o 4 habitaciones, que significaban el 16% del total, seguidas por las casas que tenían entre 5 y 7 habitaciones, y las que tenían más de 8, que representaban el 10% y 7%, respectivamente. Las cocinas funcionaban con carbón y la conservación en frío de alimentos, que existía en algunas viviendas, se realizaba en artefactos en los que se colocaba hielo comprado a comerciantes y sal. El 17% de la población eran los niveles socioeconómicos medio-alto y alto y en este grupo muchos contaban con automóviles, de los cuales llegó a haber en esa época unos 5,000 en todo el país.
Un gran cambio que llegó con Leguía a comienzos de los años 20 fue la aparición de la Policía como hoy se le conoce. La Guardia Civil fue renovada con una misión enviada desde España, en noviembre de 1921. La importancia de la Policía fue también laboral, pues se convirtió en fuente de empleo para los segmentos populares. La industria bancaria también continuó con su expansión por las principales ciudades y ser empleado de la banca fue otro oficio en auge. El desarrollo de puestos de trabajo que requirieran leer y escribir le otorgó mayor importancia a la educación, por lo cual se asoció esta al progreso.
En Lima, el crecimiento de la cantidad de personal en la industria, los servicios y la administración pública generaron que surgiera lo que hoy conocemos como la clase media. En 1920, el 85% de la población en edad escolar ya sabía leer o escribir o asistía al colegio y ese año el presupuesto para educación representó el 15% del presupuesto general de la república. Las acciones tomadas por el Gobierno en materia educativa implicaron una amplia contratación de maestros y un plan de alfabetización en ciudades de la sierra.
Los últimos años y el impacto del Crack
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Durante la década de 1920 se mantuvo una línea de crecimiento económico en todos los sectores, siendo los más destacados la manufactura, los servicios, la actividad agropecuaria y la construcción. La minería también lo hizo, aunque en menor medida y tuvo en 1927 una caída.
En 1925, un fenómeno El Niño provocó lluvias catastróficas en el norte peruano, mientras que el centro y sur de la costa también sintieron el azote del fenómeno natural, pero con menor impacto. Las regiones más afectadas fueron Tumbes, Piura, Lambayeque y La Libertad, siendo la agroexportación de azúcar y algodón la actividad más perjudicada.
Salvo por ello, las actividades continuaron por buen camino hasta 1929, cuando se produjo el Crack de 1929 en Estados Unidos. La crisis tuvo un efecto crítico en la economía peruana y ocasionó que esta cayera 11.4% en 1930. Mucho antes de que se terminara de observar los efectos nefastos en la economía nacional, apareció el comandante del Ejército Luis Miguel Sánchez Cerro, quien aprovechando el descontento popular que también era por el excesivo personalismo y la ‘re-reelección’ de Leguía, lo hizo dejar el gobierno en agosto. Así, el periodo de gobierno iniciado el 12 de octubre de 1929 se vio interrumpido y, con ello, llegó el fin del Oncenio o de la Patria Nueva como lo llamó. Leguía acabó preso.
Gripe española: nuestra primera pandemia
En el siglo XX, la llamada gripe española, aunque no se originó en ese país, fue la primera pandemia que azotó al Perú. Fue el embate de un virus de influenza de origen aviar que nos dejó 52,739 víctimas, según los registros de mortalidad de entre 1918 y 1920. Las tres regiones que fueron más golpeadas fueron Lima, Ica y Loreto. La llamada gripe española mató a casi 50 millones de personas en todo el mundo, la mayoría entre 20 y 40 años, y contagió a casi un tercio de la población mundial de la época, que era de unos 1,800 millones de personas.
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Los primeros casos reportados estuvieron en la base militar de Fort Riley, Kansas, en Estados Unidos, el 4 de marzo de 1918, en un destacamento que se aprestaba a trasladarse a Europa. Aunque España no tuvo que ver con el origen de esa enfermedad, adquirió ese nombre porque ese país se mantuvo neutral durante la Primera Guerra Mundial e informó libremente sobre los contagios y muertes que se producían, lo que no ocurría en los otros países donde no se publicó informaciones sobre la enfermedad para no bajar la moral de las tropas ni mostrar flancos débiles.
En el Perú, al igual que en estos tiempos, el sistema sanitario era insuficiente. Recién en 1903 se había creado la Dirección de Salubridad Pública para atender los casos de la peste bubónica. Ante la gripe española, otras medidas aplicadas por el Gobierno de Leguía fueron la creación de estaciones sanitarias en los puertos, así como campañas de desinfección y disposiciones de salubridad en los medios de transporte como los ferrocarriles. Hubo tres olas, siendo las dos últimas las más severas en Lima e Ica, respectivamente.
Cambios y mejoras en los servicios públicos
Una de las modernizaciones más importantes durante el gobierno de Leguía fue la del servicio de agua potable y saneamiento. Adiós acequias.
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Luego de derrocar a su predecesor José Pardo y Barreda, el presidente Augusto B. Leguía inició su gobierno en julio de 1919, haciendo cambios urgentes en el sistema de saneamiento de Lima. En 1920 dictó la Ley N° 4126, denominada Ley de Saneamiento, con la que el Gobierno expropió todas las empresas de agua potable del país y se constituyó en la capital la Junta del Agua Potable de Lima. Asimismo, la Municipalidad de Lima le entregó a la británica The Foundation Company la administración del servicio de agua potable para la ejecución de obras sanitarias de la capital.
Entre los años 1924 y 1926, la compañía británica reconstruyó el sistema de galerías filtrantes, consistente de canales de drenaje, existente desde la época de la colonia, ubicado en lo que hoy es El Agustino. Tenía una longitud de tres kilómetros y llegaba al reservorio La Menacho. A finales de 1926, The Foundation Company inició una significativa reconstrucción de las instalaciones sanitarias de Lima, a pedido del Ministerio de Fomento y Obras Públicas, y para ello buscó la colaboración de las poblaciones aledañas. De esta manera quedaron incluidos en el sistema de la capital los distritos de Miraflores, Barranco, Chorrillos, Pueblo Libre, Magdalena Nueva y San Miguel.
La innovación implicó un cambio significativo para el desarrollo de la ciudad, pues hasta ese momento el sistema de desagüe funcionaba a manera de acequia en el centro de la calle, donde las personas tiraban sus desechos humanos y basura, lo que generaba focos malolientes y de enfermedades.
Novedades en luz y telefonía
En el caso del servicio de luz, es importante destacar que hubo una gran evolución del sistema eléctrico en menos de dos décadas. El punto de partida fue la fusión, el 24 de agosto de 1906, de la Empresa Eléctrica Santa Rosa, la Compañía del Ferrocarril Urbano de Lima, el Ferrocarril Eléctrico de El Callao y el Tranvía Eléctrico de Chorrillos. Estos conformaron Empresas Eléctricas Asociadas (EEA) o The Lima Light, Power and Tramways Company. Este suceso convirtió al sector eléctrico de Lima en un monopolio, pero permitió que la EEA estandarizara las redes de distribución, pues antes de la fusión cada empresa tenía sus propias características eléctricas.
Por lo tanto, dicho acontecimiento marcó un hecho de gran repercusión en la vida económica del país y en especial de Lima. La prueba de ello es que entre 1907 y 1921 la capacidad instalada en Lima se disparó de 9500 kW a 18.4 Mw, de los cuales 10 MW eran de origen hidráulico.
La telefonía también cobró mayor protagonismo, pero sobre todo en los servicios para los negocios y empresas grandes. con mayor importancia de manera corporativa que personal. En 1911, la Dirección General de Correos y Telecomunicaciones había establecido el sistema de telefonía entre Lima y Ancón. En 1920, ya con Leguía, se fundó la Compañía Peruana de Teléfonos (CPT). Para entonces, en Lima existían cuatro mil teléfonos manuales que pertenecían a la Peruvian Telephone Company, firma con la que se fusionó la CPT. Para 1930, en la capital había 10 mil líneas telefónicas que daban servicio a Lima, Callao, Miraflores, Barranco, Chorrillos, San Isidro y Magdalena, y en diciembre de ese año comenzó a funcionar la primera central automática, ubicada en el jirón Washington, con una capacidad de dos mil líneas.
En 1931 se inauguró el servicio telefónico internacional, siendo las primeras comunicaciones las que se realizaron entre Lima y Nueva York. En 1933 ya se contabilizaban 21 mil teléfonos instalados en la capital. La compañía fue estatal hasta 1993, cuando se privatizó y pasó a manos de la española Telefónica.
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