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La derrota del izquierdista partido de gobierno, Perú Libre, que casi desapareció del mapa electoral en estas elecciones regionales y municipales, ha sido aplastante. Todo un mensaje claro y directo a la presidencia de la República.

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La derrota del izquierdista partido de gobierno, Perú Libre, que casi desapareció del mapa electoral en estas elecciones regionales y municipales, ha sido aplastante. Todo un mensaje claro y directo a la presidencia de la República.
Con ello regresan, además, las aguas a su nivel, al de antes de la primera vuelta electoral presidencial de 2021, cuando el radical partido de Vladimir Cerrón apenas tenía el 1% de intención de voto. Casi la misma cifra que sacó su candidato por Lima, Yuri Castro, con 1.4% en la jornada del pasado domingo. Fueron los discursos incendiarios de la campaña del lápiz, así como por supuesto los errores y el desprestigio de las otras propuestas o candidaturas, los que lograron inflar la candidatura de Pedro Castillo hasta niveles nunca previstos.
En esos comicios, la izquierda también estuvo representada a través de Juntos por el Perú, llevando a la cabeza a Verónika Mendoza, hoy en cambio muda y desaparecida, luego de haber sido candidata presidencial y parte del oficialismo hace tan solo año y medio. El postulante para Lima, por ese mismo conglomerado, en esta ocasión fue un personaje envuelto en truculentas denuncias de violencia familiar y sexual, que apenas si logró figurar entre los rezagados.
Si se quisiera tomar el resultado del domingo como parte de un proceso plebiscitario, podría decirse, entonces, que el país, en su gran mayoría, ha rechazado a la izquierda supuestamente organizada con sus proclamas desfasadas como el cambio de Constitución, las amenazas estatistas y el discurso antiminero (que solo en muy contadas zonas parece funcionar todavía, para beneplácito de los intemperantes).
Y, lo que es más notorio, ha dado un rotundo mentís a lo que representa este sector político cuando toma el poder. Es decir, corrupción, ineptitud, parálisis, amiguismo y demás taras que tanto criticaba en lo que llamaba los partidos tradicionales y, justamente, es lo que el país –en particular ese “pueblo” al que tanto invoca– está viviendo bajo la égida de Pedro Castillo, Perú Libre y sus monsergas populistas.
Es un mensaje que el presidente debería escuchar con atención para sacar conclusiones que lo lleven a enmendar rumbos y conductas en beneficio del Perú, pero sabemos que eso es como pedir peras al manzano o buena letra a quien se ha empeñado en emborronar todo lo bueno que nuestra economía registró en las últimas décadas.