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Valioso repunte

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La pobreza de la educación pública, qué duda cabe, es uno de los males más arraigados en el Perú. Desde la segunda mitad del siglo pasado, además, figuramos sempiternamente en los últimos lugares de lo que cada país de Latinoamérica, según su correspondiente PBI, invierte en el rubro; tendencia que, si bien se viene revirtiendo sostenidamente desde el inicio de esta década, a instancias de la OCDE y el Banco Mundial –y de hecho algo nos hemos movido– todavía nos mantiene allí, al fondo de la clasificación.
El tema, por supuesto, no se agota en el volumen de inversión estatal, pero de simétrica manera, los recientes resultados de la prueba PISA 2018 representan un saludable avance, muy digno de ser celebrado, pese a que sigamos ocupando los lugares más bajos en la tabla: los cambios en la educación jamás se reflejarán al año o al quinquenio siguiente, es de demagogos o de legos con tribuna pretender que de una medición PISA a otra se produzca un salto gigante que nos saque de esos últimos lugares, donde nos falta aún un largo trecho por recorrer, en caso, por supuesto, de que el ascenso sea continuo, es decir, sin retrocesos. El obtuso comentario de que este avance es “insuficiente”, por lo tanto, no es más que un socorrido lugar común que obedece a la pereza mental, si no a la habitual mezquindad propia de la política sin principios.
Porque no conviene olvidar el sistemático sabotaje del aprismo y el fujimorismo parlamentario a las gestiones de los últimos ministros de Educación, que hizo perder al país a profesionales de la talla de un Jaime Saavedra, bajo cuya gestión se consolidaron los cambios más profundos y significativos en el sector, y que la actual ministra Flor Pablo parece haber retomado, a contrapelo de los ataques medievales e iletrados que el fundamentalismo religioso promovía desde el disuelto Congreso, que, de haberse salido con la suya, habrían hecho retroceder dos siglos a la educación pública peruana.
Así que todos estos avances, por exiguos que parezcan, se deben defender y llevarnos a exigir, eso sí, que sean sostenidos con políticas modernas y consistentes. De tan abajo hemos comenzado a subir que cualquier regresión ya solo nos puede devolver a las cavernas.
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