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Hasta la próxima pataleta

“No se trata de blindar al presidente, un perfecto empresario y un político muy torpe, sospechoso de mil cosas en este momento”.

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Hasta la próxima pataleta. (GeraldoCaso/Perú21)
Fecha Actualización
Una crisis política es una pérdida de tiempo y lo mejor de esta última es que duró muy poco, si bien en cualquier momento vuelve a prenderse la mecha.
¿Era un golpe lo que pretendió Fuerza Popular con la moción? No podemos probarlo, solo podemos sentirlo, y lo mismo pasa con el conflicto de intereses en el que se habría visto involucrado el presidente, se sintió como tal, pero no había cómo probarlo en diez horas ni en cinco días. La moción de vacancia ha sido un fracaso por prematura, por malintencionada, porque se quema el pan en la puerta del horno cuando las cosas se hacen supuestamente por el país, pero en el fondo solo están motivadas por el poder. No le ganaron a nadie una vez más, pese a sus malas artes, pero lograron lo de siempre, convertir una fiesta familiar en una olla de grillos, chismes, especulaciones, zozobra, olla movida y removida por una pandilla liderada por una megalómana que destruye el sistema para “recuperar” su lugar en una elección que no ganó, simplemente porque no puede creer que cada vez son más los peruanos que no la quieren y porque (como niña pataletuda que llora con su helado en la mano porque quiere el de su hermano) es incapaz de ver que su mayoría congresal es un tremendo triunfo... pese a que sabe muy bien usar esa ventaja para amenazar una y otra vez con quebrar la democracia. No se trata de blindar al presidente, un perfecto empresario y un político muy torpe, sospechoso de mil cosas en este momento, pero lo que el fujimorismo ofrece a cambio es la misma comida chatarra de siempre, aprovechando la imagen del victimizado patriarca para comprar más votos, pero manteniéndolo encerrado para que no le haga sombra a su hija, hoy maquiavélicamente muda, moviendo sus manitos gordas detrás del telón.
Lo que falta es que la juventud salga de su virtualidad y convierta esta historia en música, en canciones de protesta, reggaetón, perreo, rock pesado, cumbia, duelos de rap, pero bien fuerte, sin concesiones, en vivo como lo hicieron los rockeros en los ochenta, enfrentándose en persona a la guerrilla y a la dictadura militar, cantando las cosas por su nombre en letras que treinta años después no se olvidan, por potentes y porque, lamentablemente, pueden eternizarse en un país que sigue amenazado. Mientras tanto que los tres poderes trabajen para el país, para eso les pagamos. Si no les nace, que reflexionen sobre su nula condición moral como servidores y se retiren, que aquí llevamos más de veinte años creciendo, en buenas, en malas y de a poquitos, pero creciendo, y no hay tiempo que perder.