/getHTML/media/1229342
Nicolás Yerovi: "Celebramos la sobrevivencia"
/getHTML/media/1229339
Fernán Altuve: "¿Presentar candidato de 87 años se puede considerar estabilidad?"
/getHTML/media/1229338
Orgullo de ser peruano: ¿Qué nos hace sentirlo?
/getHTML/media/1229336
Nancy Arellano sobre Elecciones en Venezuela: "Esta no es una elección tradicional"
/getHTML/media/1229265
Zelmira Aguilar: "Alejandro Villanueva creó el estilo de juego de Alianza y Selección"
/getHTML/media/1229195
Cherman: "Quien me quiebra el lado patriótico fue Juan Acevedo con Paco Yunque"
/getHTML/media/1229190
Marco Poma CEO de Tkambio: "Perú está atrasado en materia de 'open banking'"
/getHTML/media/1229009
Javier Arévalo, escritor: "Sin bibliotecas, el hábito de leer no nace en los niños"
/getHTML/media/1228674
Mujeres Aymaras sorprenden con su arte en Desfile de Modas
PUBLICIDAD

Recordando al dictador

"Cualquier vulneración del orden democrático es una traición a la ciudadanía y un atentado contra la libertad de las personas".

Imagen
(Renzo Salazar/Perú21)
Fecha Actualización
El próximo miércoles 3 de octubre se cumplen 50 años del golpe de Estado de Juan Velasco Alvarado. Para muchos, las bodas de oro de la ascensión del dictador al poder luego de derrocar violentamente al régimen democrático de Fernando Belaunde, será solo una curiosidad intrascendente, una anécdota añeja. No obstante, en tiempos como los nuestros, donde el desprestigio de los poderes del Estado es absoluto y algunos ven con buenos ojos la ruptura del orden institucional, es necesario que los demócratas utilicemos estas fechas para reafirmar nuestras convicciones y recordar un pasado que no queremos volver a repetir.
Y es importante tener algo claro: no hay dictadura buena. Cualquier vulneración del orden democrático es una traición a la ciudadanía y un atentado contra la libertad de las personas. En esa línea, hay que mirar con escepticismo a los “demócratas” que escogen a dedo qué dictaduras critican y cuáles no. Esto se aplica tanto para los que se hacen los locos con Fujimori, como para lo que pregonan la democracia pero recuerdan con nostalgia a Fidel Castro y celebran las acciones de Maduro.
Pero hoy toca hablar de Velasco, querido lector, el militar que con su collera castrense decidió, hace 50 años, que quería ser presidente sin que nadie votara por él, sacando a la fuerza al poder democrático para sentarse él mismo en la silla de Pizarro e instaurar un régimen militar que duraría once años. Un acto de absoluta y fatal arrogancia, sin duda. Y es que hay que estar cegado por la soberbia para decidir con un grupito de amigos que tú eres el indicado para gobernar el país, para creer que, de pronto, tú eres el dueño de una sabiduría iluminada que supera la manifestada por los ciudadanos en las urnas.
Las acciones tomadas por el gobierno militar en esa época, son las mismas que han tomado múltiples dictaduras a lo largo de los años. En diciembre de 1969, por ejemplo, disolvió la Corte Suprema de Justicia para instaurar una institución más acorde a los intereses de la revolución.
La dictadura también se propuso destruir a la prensa, expropiando Expreso y Extra en marzo de 1970 y confiscando, pocos años después, diarios como El Comercio, La Prensa, Correo y Ojo de sus dueños legítimos. Además de eso hubo periodistas que fueron deportados y procesados por el régimen. Claramente, para el gobierno militar la definición de prensa libre era una que estuviera confeccionada a la talla de sus intereses.
También estuvo el atropello a la propiedad privada, con la expropiación de empresas en el sector minero, pesquero, aerocomercial, bancario y, por supuesto, con la expropiación de tierras agrícolas en la reforma agraria. Como consecuencia de ello, por ejemplo, el Estado aún tiene que pagar un aproximado de US$ 1, 500 millones de deuda por bonos agrarios. En esa época, poco le importaba a la dictadura pagar por lo que se llevó.
En total, el régimen militar creó cerca de 175 empresas públicas, la mayoría producto de las expropiaciones que perpetró. Para 1975, el Estado llegó a participar del 31% del PBI nacional.
El saldo de este nivel de intervención del Estado en la economía, obviamente, no fue positivo. A finales del régimen militar el Perú tenía que importar más alimentos de los que exportaba (BCR). Las empresas públicas acumularon US$ 2,500 millones de pérdidas (IPE). La inflación pasó de 6.3% en 1969 a 67.7% en 1979 (BCR). El PBI per capita pasó de crecer 2.34% en la década de los 60s, a solo crecer 0.9% en los 70s (BCR/INEI). Y así un larguísimo etcétera que en muchos casos aún sigue pesándonos.
Con todo esto en mente solo nos queda aprender recordando al dictador. La democracia hay que preservarla, sin importar el fastidio que nos produzcan nuestras autoridades, porque la alternativa ha demostrado ser aún peor, con los atropellos contra la prensa, contra la libertad individual y, en el caso de Velasco y el régimen militar que instauró, con participaciones en la economía que solo nos sumieron aún más en la pobreza y el atraso.
3 de octubre, nunca más.

TAGS RELACIONADOS