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[Opinión] Camila Bozzo: Desencanto a raudales

“(El Congreso) En vez de capitalizar la caída estrepitosa de la aprobación presidencial, que desde un inicio se avizoraba, ha optado por unírsele. Hoy los peruanos, lamentablemente, no tenemos a qué asirnos”.

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[Opinión] Camila Bozzo: Desencanto a raudales. (Foto: Presidencia Perú).
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La última encuesta de Ipsos refleja la desafección generalizada con la clase política. A seis meses del cambio de gobierno, al presidente apenas lo respalda el 33% de la población (60% lo desaprueba) y al Congreso lo aprueba el 24% (68% lo desaprueba). La situación de los ministros es similar. No existe, entonces, un solo liderazgo político que genere confianza en la ciudadanía.
Esto no debería sorprender. De hecho, es algo que tendríamos que haber anticipado durante la campaña electoral: a pocos días de la elección, ninguno de los candidatos superaba el 15% de la intención de voto (Castillo es el presidente con menor votación en primera vuelta de la historia republicana). Este desencanto con la clase política también se vio reflejado en las fragmentadas elecciones congresales: una decena de partidos alcanzaron representación parlamentaria. Ante la precariedad institucional, política, partidaria y moral, los ciudadanos han optado por quitarles la confianza a los políticos. Y aunque esta desafección es un fenómeno mundial, en el Perú se ha agudizado por la grave crisis de partidos.
Lo cierto es que, una vez en funciones, el gobierno y el Congreso se han esmerado en coadyuvar al deterioro de su imagen que ya de por sí era heredera de una serie de pasivos. Este gobierno ha demostrado ser errático e incapaz de asumir posturas claras que den certidumbre, ha recurrido al amiguismo para cooptar el aparato público y, además, está salpicado por graves denuncias de corrupción. El Congreso, por su parte, ha demostrado ser un ensamblaje de intereses subrepticios que buscan, entre otras cosas, arremeter contra importantes reformas como la universitaria y empoderar a sectores informales en el transporte y la minería. Además, le ha rehuido a su rol fiscalizador apelando a un cálculo político manifiesto. En vez de capitalizar la caída estrepitosa de la aprobación presidencial, que desde un inicio se avizoraba, ha optado por unírsele. Hoy los peruanos, lamentablemente, no tenemos a qué asirnos.