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Paraíso perdido

Para los limeños, durante las décadas del 60 y 70 La Herradura fue la playa ideal ya que está, en la práctica, dentro de la ciudad, pero el Morro Solar le da una sensación de aislamiento que permite alejarse de la realidad.

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Fritz Du Bois, La opinión del directorPara los limeños, durante las décadas del 60 y 70 La Herradura fue la playa ideal ya que está, en la práctica, dentro de la ciudad, pero el Morro Solar le da una sensación de aislamiento que permite alejarse de la realidad. Además, tenía algunos de los mejores restaurantes y, en general, muchos la deben recordar como un lugar de felicidad.

Sin embargo, ese paraíso guardado en la memoria hoy va camino al infierno gracias a la acción municipal. Primero tuvieron a un 'iluminado' alcalde distrital al que inexplicablemente se le ocurrió que a los vecinos les gustaría presenciar cómo los desagües eran vertidos al mar. Así que decidió construir una vía alrededor de la bahía para llegar al botadero de La Chira el cual, dicho sea de paso, todavía no se ha descontaminado debido al retraso que el actual y burocrático burgomaestre está ocasionando en la construcción de una planta de tratamiento que aún no se puede iniciar.

En todo caso, la innecesaria construcción de la vía arrojó una enorme cantidad de piedras y rocas al mar, las cuales cubrieron la arena de La Herradura destruyéndola y solo quedó el contemplar las olas desde el malecón o la ventana de un restaurant.

Hasta que, luego de dos décadas en el olvido, llegó nuestra alcaldesa, quien sí se acordaba de cómo había sido ese lugar. Sin embargo, con la ligereza que la caracteriza, consideró que algunas camionadas de arena bastaban para recuperarla. Evidentemente, el océano la devolvió rápidamente a la realidad en uno de los más vergonzosos incidentes que tuvo que soportar.

Así que le agarró tirria y la abandonó, al punto que hoy el único edificio de departamentos que hay corre el riesgo de colapsar al seguir ganando terreno el mar por no haber levantado ninguna defensa la municipalidad.

Al final, la lección que La Herradura nos ha enseñado es que los ciudadanos no podemos dejar que los alcaldes tomen iniciativas sin consultar, siempre terminan mal.