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[Opinión] Valentín Ahón: No me toquen ese vals

[Opinión] Valentín Ahón: No me toquen ese vals

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Juan Manuel Carrera del Corral tenía 40 años y no cantaba, ni tocaba instrumento alguno. Pero amaba las tradiciones, tanto que obtuvo el reconocimiento oficial para celebrar el Día de la Canción Criolla. Tuvo la habilidad de convencer a funcionarios del Gobierno para que el presidente de aquellos años, Manuel Prado Ugarteche, emitiera la resolución suprema que decretaba celebrar a ritmo de vals, polca o festejo. Es más, el mandatario de finos modales estuvo en la plaza Buenos Aires de Barrios Altos dándose, el 18 de octubre de 1944, un baño de humildad. Prado vivía, respiraba y rezaba como aristócrata. Para él y su círculo, la música criolla era la distracción de los humildes, el tundete del obrero y el consuelo con sabor a pisco.
Y desde Prado, hasta nuestros días, el panorama no ha cambiado para la música criolla. Hubo militares, juristas, dictadores, aventureros, ladrones, viciosos e ineptos en el poder. Variopintos como los ritmos peruanos que hoy sonarán por todos lados. Ninguno hizo algo valioso por la tradición. Se limitaron a firmar diplomas de reconocimiento y tomarse unos tragos acompañados de compositores e intérpretes en alguna peña del Cuartel Primero.
La Música Criolla es mucho más que eso. No hablemos de sus orígenes porque tendríamos que tratar sobre la fusión del vals vienés, la jota española, sonoridad del Ande y el ritmo nacido en África. Y eso es para los entendidos que, quizás, no saben quién fue Humberto Cervantes o Alejandro Cortez. Hablemos mejor de la época dorada que vivió la radio.
El dial, hace más de 70 años, era el ciberespacio de nuestros tiempos. Allí reinaba Jesús Vásquez y Rómulo Varillas era venerado. Augusto Polo Campos se hizo de un nombre como compositor y Los Chamas eran pura elegancia. ¡Todo era canela fina!
Luego vinieron las disqueras. Mario Cavagnaro, genial compositor, fue nombrado director artístico de Sono Radio. Y también estaba IEMPSA bajo la tutela de Óscar Avilés, una figura que ha trascendido dos siglos junto a la Limeñita y Ascoy, Los Morochucos, Fiesta Criolla y Arturo ‘Zambo’ Cavero.
Entonces apareció la televisión en los setenta. Tania Libertad, Cecilia Bracamonte, Nicomedes Santa Cruz y el ‘Carreta’ Jorge Pérez dirigieron Danza y Canciones del Perú por Panamericana. Las figuras del criollismo eran vistas y aplaudidas en todo el país. Lamentablemente, desde hace cincuenta años, quedaron atrapadas en blanco y negro junto a los valses de Chabuca Granda, Alicia Maguiña, Manuel Acosta Ojeda y otros grandes compositores.
Por eso es bueno recordar con respeto. El Día de la Canción Criolla es la Vieja y Nueva Guardia. Es Felipe Pinglo y la melancolía de una clase obrera. Es reivindicar a los hermanos Augusto y Elías Ascuez, a Victoria Santa Cruz, a Víctor Arciniega, Manuel Quintana y a la familia Vásquez.  Es escuchar a Los Zañartu o a Los Aguirre. Es rememorar a las Cinco Grandes. Es reivindicar talento.
¿Es tarde para hacer algo? Es retador. Primero hay que estimular a los jóvenes a que investiguen raíces y se interesen por una gestión cultural orientada a la difusión en plataformas digitales. ¿No sería una tarea para el Ministerio de Cultura que solo se limita a prestar espacios para velorios de los artistas criollos? Hay algunos senderos de referencia como la nominación al Grammy de Eva Ayllón, los conciertos de Fabiola de la Cuba, el trabajo de Willy Terry con sus “Guardianes de la Gran reunión” y las fusiones que respetan raíces.
La música criolla no solo es para la hora de almuerzo o para avisar que la fiesta está por terminar. Hay mucha historia en esas letras. Historia que nos pertenece.