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[Opinión] Jorge Carrillo: “Las otras comisiones”

“La manera en la que hemos normalizado el hacer transacciones bancarias desde nuestros teléfonos, de forma inmediata y entre diferentes empresas, también tiene el potencial de hacernos olvidar lo que nos tomó llegar a este punto”.

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Muchos de los servicios a los que estamos acostumbrados hoy y que percibimos como habituales pueden hacernos dejar de recordar el largo camino que tuvimos que recorrer para llegar a ellos. Por ejemplo, el imperio de la tecnología inalámbrica nos puede hacer olvidar los tiempos en los que la comunicación y el transporte eran inseparables, cuando los mensajes debían viajar por barco, tren o carreta para llegar a sus destinatarios. En otras palabras, la ubicuidad de la modernidad nos hace tomarla por sentada y dejar de reconocer que conquistarla nos costó.
En este contexto, la manera en la que hemos normalizado el hacer transacciones bancarias desde nuestros teléfonos, de forma inmediata y entre diferentes empresas, también tiene el potencial de hacernos olvidar lo que nos tomó llegar a este punto. Antiguamente, cuando los clientes de los bancos no querían someterse al peligro de movilizar grandes montos en efectivo en sus bolsillos, las transferencias tenían que hacerse vía cheques, los canjes eran manuales y se intercambiaban en las instalaciones del BCR. En aquellos años, la transacción tomaba días en reflejarse en las cuentas. Peor aún, fuera de Lima, el proceso podía llegar a tomar hasta dos semanas en concretarse.
El usuario de ayer sufría lo que el de hoy no. El de hoy, gracias a los servicios de la Cámara de Compensación Electrónica (CCE), una empresa privada, puede hacer transferencias interbancarias las 24 horas del día, los siete días de la semana. Todo ello en la seguridad de su casa, y gracias a la inversión e innovación del sistema financiero. Una realidad que costó trabajo construir y que ha ido perfeccionándose.
No obstante, de este hecho parecen olvidarse las iniciativas legislativas que pretenden eliminar el cobro de comisiones por transferencias interbancarias a los consumidores.
La expectativa es que las instituciones financieras dejen de cobrar por estas comisiones, y todo se quede como está. Sin embargo, dicha pretensión resulta una candidez. La interconexión entre distintas empresas del sistema financiero, que permite transferencias interbancarias seguras y ágiles, a través de la CCE, implica costos operativos, de verificación, tecnológicos y de soporte, al igual que la innovación que nos trajo hasta aquí.
Nadie puede obligar a nadie, incluso a las entidades financieras, a ofrecer gratuitamente un servicio que cuesta otorgar, y la consecuencia inmediata para los consumidores será, en el mejor de los casos, un claro deterioro de la calidad del servicio, y, en el peor, el regreso al pasado analógico, de largas esperas y alto riesgo para la integridad de los usuarios. Esas sí serían comisiones costosas.
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