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[Opinión] Hugo Palma: Los ladrones, los peores y los peores ladrones

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(Foto: Mario Zapata Nieto / @photo.gec)
Fecha Actualización
Este texto es tributario del artículo Kleptocracy and Kakistocracy de Moisés Naim. No trata de malhechores “comunes”, sino de quienes pervierten la política o búsqueda del bien común. Obviamente, no son todos. Ya está dicho. Cualquiera podrá alegar que son “otros”, aunque la opinión ciudadana los considere mayoría.
La cleptocracia nos es familiar con sinvergüenzas, oportunistas e ineptos. Pero en las últimas décadas ha hecho metástasis: expresidentes, ministros, gobernadores, alcaldes, funcionarios, congresistas y empresarios. Más grave, apunta Naim, es haberse hecho colectiva, sistemática e intenta eternizarse en el poder.
Kakistocracia, voz griega, es superlativo de “malo” o sea “peor”. Refiere al gobierno de evidentes merecedores de calificativos: ineptos, cínicos, ignorantes y más. ¿Suena excesivo o hemos aceptado que “la política es así”? Esta venenosa combinación ha alejado a innumerables ciudadanos probos, competentes y con vocación de servicio.
Veamos. Los nombramientos de funcionarios: Presidente del Consejo de Ministros, su gabinete, viceministros, directores, asesores y más obligan a preguntar si el filtro de idoneidad de los partidos políticos, ¿es para excluir a investigados, procesados y sentenciados o para escogerlos?
Otra. El presidente de la República pide que algún maestro congresista encabece la Comisión de Educación. Pero estos no rindieron exámenes exigidos por ley o fueron desaprobados. ¿Los muchos millares de maestros en el sistema meritocrático de perfeccionamiento, serían los peores? ¿O solamente los peores buscan al partido?
Del otro lado, logran que importantes y sensibles comisiones no sean presididas por congresistas del Gobierno. Parece adecuado; pero los designados para encabezarlas incluyen investigados, procesados y sentenciados. ¿No tienen algunos sin tachas?
Preguntas: ¿Por qué tantos “políticos” de la capital sobreviven y medran del principio de presunción de inocencia con interminables apelaciones judiciales, alegatos de persecución política, argucias y mentiras? ¿Cuánto más daño harán hasta que la justicia los consigne en su debido lugar?
¿Y los peores ladrones? Estos alegan “amor a los pobres”, empeñándose en convencerlos que su “robamos, pero hacemos obras” no es malo, pues le roban “al Estado” que los descuida. Ocultan que en realidad roban a todos los peruanos, porque hasta el más pobre paga impuestos. Y empiezan multiplicándolos por millones. Cubanos, nicaragüenses, venezolanos y argentinos pagan con su hambre el amor de sus políticos.
Vivimos la peor crisis de nuestro país. Pero los peruanos seguirán luchando. La indispensable depuración del poder exige la remoción de la “clase política” y reemplazarla por generaciones jóvenes, éticas, abiertas al mundo, con nuevas competencias, saberes y enorme voluntad; pero también de fiscales y jueces probos y diligentes. Y no menos, que todo ciudadano se mantenga vigilante de la actuación de muchos elegidos, decididos a robarles pan, libertad y el futuro de sus hijos. No es para sufrir este Bicentenario en el que tantos compatriotas esforzadamente ganaron respeto, admiración y gratitud, ni tantos héroes ofrendaron sus vidas sin pedir nada.
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