[OPINIÓN] Anthony Laub: “Más y mejores carreteras, menos embauques”

Después de 9 años, cometí la temeridad de manejar de Lima a Tumbes para pasar unos días en el norte, creyendo que encontraría una gran autopista con vías de evitamiento que no nos condene a pasar por ese vía crucis que es surcar por decenas de pueblos y ciudades. El viaje es tan pesado que uno debe alternar el timón y no pensar en hacerlo de un tirón.

Entre Lima y Tumbes hay cinco concesionarios diferentes: Línea Amarilla (sí, esa carísima autopista de solo 9 kilómetros que la corrupta Villarán nos endilgó), Norvial (el mejor tramo, sin que sea aplaudible), la Autopista del Norte (aquí el trayecto se asemeja a un cólico o una burla), la Autopista del Sol (parto lento, doloroso y rabia); y, el tramo Sullana – Tumbes (un suplicio).

El trayecto dura unas 20 horas. Un disparate. Tramos inconclusos de autopista, pocas vías de evitamiento (pasar por Chimbote, Trujillo, Paiján o Chiclayo alterarían hasta al bíblico Job, el hombre más paciente), cientos de rompemuelles (la “obra” preferida, si no la única, de los alcaldes), semáforos, huecos, ondulaciones, señales confusas y, eso sí, muchos peajes que cobran como si uno flotara por una magnífica autopista alemana.

Casi todas esas concesiones están ya avanzadas en sus vidas y pese a ello aún no terminan de ejecutar las obras comprometidas bien por desidia del Estado (MTC, Ositrán y Contraloría), del propio concesionario o una “feliz y acomodada” dejadez de ambos.

Ministro de Transportes: haga la ruta junto a su familia, coja su auto (no el del ministerio) y enrumbe. Hecho ello, verá que es necesario ajustar a los concesionarios, a sus funcionarios, al Ositran y ojalá decida, de una vez, hacer de toda la Panamericana (norte y sur), una gran autopista que una Tumbes y Tacna. Es indigno lo que tenemos.

P.D. No entiendo ese “bizarro romance” que tiene Chiclayo con la basura. Está por toda la ciudad y alrededores. ¿Hay alcaldes en Chiclayo?