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La mitad de Grau

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La mitad de Grau. (Foto: Andina)
Fecha Actualización
Ya son 140 años desde que murió Miguel Grau. Nunca tan oportuno invocarlo con todo este desmadre. Su escaño vacío ha sido testigo silente de tantas crisis, tantas repartijas, tan cada vez menos excepciones a la regla de lo que es ser congresista en el Perú. Grau lo fue y su vida se extinguió —en buena cuenta— por la desidia y esa angurria de muchos políticos por tomarse el país como un botín.
Así como hay políticos que hoy se quieren fugar apenas se disuelve el Congreso, o que son prófugos, o que contratan asesoras que sirvieron al terrorismo, o que sostienen a la corrupción usando sus escaños, en su tiempo hubo malos políticos que lo desoyeron cuando advirtió, minuciosamente, el estado calamitoso de los buques de guerra y las carencias de la Marina. Pagó con su vida el perro muerto que le tiraron los políticos de entonces; otra habría sido la historia si, en los tiempos de Grau, los políticos hubieran sido como él.
Todos nos llenamos la boca hablando de Grau; del héroe, del sacrificio, de la carta a la viuda de Prat, de su poética caballerosidad al recoger a los heridos del enemigo. ¿Se han puesto a pensar los políticos qué distinto sería el Perú si, en vez de llenarse la boca hablando de él, actuaran como él? Ni siquiera se les pide que sean como él del todo; sean la mitad de él, la tercera parte si quieren. Estoy seguro de que la manera de hacer y ver la política cambiaría para siempre. Permítame, amable lector, soñar cómo hace 140 años nació para siempre el peruano más querido y admirado, pero el menos imitado.
Con solo la mitad de los valores de Grau, dejaríamos de ser esta villa a la que, cada cinco años, vienen a vendernos el cuento y casi todos los que nos vendieron el cuento terminan como un codinome. Dejen de hablar tanto de Grau y sean como Grau. 140 años y no aprendimos nada.
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