La OMS ha creado una comisión que los investiga y promueve. Me refiero a nuestros vínculos interpersonales, nuestra red de amigos. La comisión sobre conexión social ha declarado que se trata de una prioridad sanitaria. ¿Una lindeza burocrática más para especialistas internacionales? Puede ser.
Pero, desde hace tiempo, se viene estableciendo que esos vínculos influyen de manera importante en nuestro bienestar general, también en el nivel orgánico.
Ya en los años 60 se comenzó a seguir a lo largo de años a miles de personas, registrando sus estilos de vida y explorando las correlaciones entre aspectos de estos y la salud física y emocional.
Fuera de lo esperado —consumo moderado de alcohol, cero tabaco, desayuno, alrededor de 8 horas de sueño y ejercicio— surgió un dato que desconcertó a los investigadores pioneros: conexión social. Vale decir, el número de personas con quienes se tiene contactos significativos. La pareja, amigos cercanos, aquellos individuos que vemos regularmente en centros deportivos, religiosos, de voluntariado, por ejemplo.
Resulta que las personas sólidamente interconectadas corren menos riesgo de contagio de infecciones, así como de tener condiciones crónicas como diabetes tipo 2 y, ahora se especula, también deterioro cognitivo en la forma de Alzheimer y otras formas de demencia.
El extremo de la escala en lo que respecta a calidad y cantidad de relaciones sociales, vale decir, la soledad, resulta ser tan o más importante en la salud que cualquier otro factor de riesgo en la mortalidad, incluyendo el consumo de tabaco y la obesidad.
¿Estamos frente a una relación ilusoria de causalidad, cuando lo que realmente existe es correlación, variables que no conocemos que explican la convergencia entre nuestra vida social y salud? Pregunta legítima cuando no hay posibilidades de diseñar experimentos en el sentido estricto de la palabra.
Sin embargo, los datos son consistentes cuando se analiza poblaciones distintas en culturas diversas, además de las observaciones que podemos hacer en especies sociales no humanas: a mayor integración en un grupo, mayor sentido de pertenencia, mejor salud, en promedio.
También existe un sustento en nuestra evolución: somos seres patéticamente débiles, desprovistos de armas naturales e incapaces de sobrevivir, en los entornos en los que nos desarrollamos durante cientos de miles de años, sin el concurso de otros. El aislamiento, por decisión propia o marginación, eran simplemente mortales.
Preocuparse por la alimentación ultra sana, los programas de ejercicio exigentes y un menú contundente de suplementos vitamínicos y otros complementos exóticos, está bien pero sin buenas reuniones y conversaciones, no sirven mucho.