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La ilusión del cambio

“En nuestra sociedad se ha impuesto la idea de que todos podemos ser cualquier cosa, que existe un perfil ideal que asegura el éxito”.

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"Quizá el asunto no sea ser diferente, sino aprender que se puede hacer las cosas de manera diferente, sin dejar de ser quien uno es". (Foto: Difusión)
Fecha Actualización
Buena parte de las consultas a los especialistas del comportamiento, la salud mental o el campo del bienestar, la bienestarología, tienen como objetivo cambiar. Ser distinto, poder encajar, por fin, en el zapatito de la Cenicienta que nuestras imperfecciones —aquello que deseamos sea de otra manera— impiden.
Pero, como todos sabemos que ni la Cenicienta ni su príncipe azul existen, ¿quién decide la horma del zapatito? Habitualmente se trata de estilos o rasgos privilegiados por una cultura, en función de procesos que se van dando en el tiempo, en relación con circunstancias complejas. En algunos casos se valora la sumisión, en otros la rebeldía, por ejemplo. Lo más probable es que en todos los grupos haya la misma proporción de rebeldes que de sumisos, pero unos quizá tienen diferentes oportunidades que otros, en distintos entornos.
Sin embargo, en nuestra sociedad se ha impuesto la idea de que todos podemos ser cualquier cosa, que existe un perfil ideal que asegura el éxito y que hay recetas para que a quienes nos falta tal o cual, o nos sobra esto o lo otro, entremos en el ansiado zapatito. El problema es que el perfil, así como las técnicas de cambio, varían al mismo ritmo que las dietas, y al igual que estas… Pero asumamos, por un momento, que se pudiera realmente cambiar.
¿Cómo ese yo, que es como soy, puede saber lo que es ser diferente? Me recuerda el famoso artículo de Richard Nagel, “Qué se siente ser un murciélago”. Sería genial poseer la capacidad de ecolocación, pero tenerla alteraría de tal manera las cosas, que no hay forma de saber si podríamos apreciar el cambio —en positivo o negativo—, en otras palabras, evaluarlo. Bueno, ahora ya no soy más introvertido, pero… ¿cómo era serlo? Entonces, ¿para qué diablos buscar la extroversión?
Quizá el asunto no sea ser diferente, sino aprender que se puede hacer las cosas de manera diferente, sin dejar de ser quien uno es.
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