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Juan Mendoza Pérez: ¿Qué política social queremos?

“Mucho mejor sería una estrategia de inclusión social que solucione las causas de la pobreza”.

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Fecha Actualización
Economista

Es loable aspirar a que haya igualdad de oportunidades y a que ningún miembro de la sociedad viva en la indigencia. Así, además de la provisión de bienes públicos, es necesario que haya políticas sociales estatales orientadas a erradicar la pobreza. Sin embargo, la estrategia de inclusión social existente está equivocada pues crea incentivos a perpetuar la pobreza en lugar de eliminarla.

En efecto, el corazón de la política social vigente consiste en transferencias monetarias a la población necesitada. El problema está justamente en que estas transferencias crean el incentivo perverso a que la población que las recibe siga siendo pobre. En otras palabras, la filosofía asistencialista sobre la que se ha construido la política social, genera un nefasto círculo vicioso pues hay que permanecer pobre para seguir recibiendo dinero del Estado.

Sin duda, un aspecto positivo de las transferencias de un programa como Juntos es que las mismas están condicionadas a que las familias envíen a sus niños a la escuela y los lleven a controles de salud. Claro está, ello no garantiza superar la pobreza mientras la educación y salud públicas sigan siendo ineficientes.

Pero, mucho mejor sería una estrategia de inclusión social que solucione las causas de la pobreza. Y no es un secreto que la gran mayoría de los pobres viven en el campo dedicados a actividades agropecuarias de baja productividad. Por lo tanto, sería preferible destinar los recursos públicos a proyectos productivos como mejorar la calidad del ganado, los cultivos y las semillas o las tecnologías de riego. La política social presente es más bien un desincentivo a la generación de ingresos productivos.

La ventaja de una estrategia alternativa de proyectos productivos, respecto al asistencialismo actual, sería que ayudaría a las personas a superar la pobreza de forma permanente y sobre la base de su esfuerzo. En otras palabras, en lugar de apagar el motor del emprendimiento y el progreso, inherente al ser humano, una política social productiva lo potenciaría.Asimismo, los programas sociales asistencialistas conllevan el serio riesgo de ser utilizados políticamente. Además, pocos políticos se atreverán a eliminarlos incluso sin evaluaciones de impacto positivas de los mismos.

La historia nos enseña que la iniciativa y esfuerzo individuales conducen al desarrollo sostenido. En una sociedad libre y democrática, el bienestar de los ciudadanos no puede depender de los regalos del Estado.