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Juan Mendoza Pérez: Una economía de monos

“Los monos no se deshacen de las malas inversiones sino que las mantienen a pesar de que las probabilidades estén en su contra”.

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Economista

Los humanos nos vanagloriamos de nuestra inteligencia, única entre los seres vivos, de nuestra notable tecnología, que nos permite conquistar el planeta y explorar las estrellas, y de la maravilla de nuestro lenguaje y cultura que alimenta el espíritu y perenniza nuestra creatividad. Pero, antes que nuestro ego se desborde, investigaciones recientes sugieren que los primates comparten con nosotros los aciertos y las taras de nuestra ¨racionalidad¨ económica.

De acuerdo a los trabajos de Laurie Santos de la Universidad de Yale, las decisiones económicas y financieras de los monos capuchinos no se pueden diferenciar de las que toman las personas. En particular, la doctora Santos diseñó un conjunto de experimentos en los que los capuchinos intercambiaban piezas de metal por comida. Estas piezas de metal eran equivalentes al dinero en la economía capuchina.

Gracias a Santos sabemos que, al igual que los humanos, los monos capuchinos compran más cuanto más barato es el producto, algo que se conoce como la Ley de la Demanda. Los capuchinos responden a los incentivos de descuentos o cambios en la calidad de la comida exactamente igual que las personas.

Más sorprendente resulta que los monos reaccionan frente a la incertidumbre de la misma forma que los humanos: preferían intercambiar una unidad de comida con certeza que la lotería de recibir nada la mitad de las veces y dos unidades la otra mitad. Este comportamiento, característico de las decisiones humanas, se conoce como aversión al riesgo, y es el fundamento detrás de la industria de seguros y mucho de la política económica.

Así, los monos capuchinos, de quienes la evolución nos separó hace 35 millones de años, exhiben la misma racionalidad que los humanos para escoger las alternativas más económicas, las de mejor calidad y las que conllevan menor riesgo.

Sin embargo, los primates también comparten con los humanos el buscar apropiarse del dinero ajeno con denuedo y la tendencia a equivocarse sistemáticamente en algunas decisiones económicas. Al igual que la gente, los monos no se deshacen de las malas inversiones sino que las mantienen a pesar de que las probabilidades estén en su contra. Este comportamiento, conocido como aversión a la pérdida, es una de las causas de la aparición y el colapso de burbujas en los precios de los activos como en la reciente crisis financiera internacional.

En suma, aunque no debe apresurarse en reemplazar a su asesor financiero humano por un mono quizá deba re-evaluar cuánto le paga.