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Escuchar a Rafel López Aliaga es transportarse al Medioevo. Olvida que el aborto terapéutico en Perú no es un tema de conciencia: es un derecho reconocido por la ley desde 1924 y su regulación está vigente desde 2014. Aun así, insiste en que una niña violada debe cargar con el hijo fruto de la violación porque de lo contrario sería una asesina. Escuchar algo así en un país como el nuestro es indignante. El año pasado unas mil niñas menores de 14 fueron forzadas a ser madres, de las cuales unas 20 fueron menores de 10 años. Pero para López Aliaga, esas niñas, muchas todavía en primaria, deberían ser llevadas a un “hotel 5 estrellas”, una metáfora desubicada que utiliza para referirse a las casas de acogida, donde “hay que explicarles, darles el marco afectivo” para que asuman la obligación de cargar con la semilla de un violador. ¿No es esa una forma de tortura?
Si en lo que respecta a libertades individuales el candidato López Aliaga personifica el dogma, en el mundo de los negocios su codicia ha dejado triste huella. Cuando una de sus empresas compró la Casa Marsano, ubicada en la cuadra 50 de la Av. Arequipa, no dudó en tumbarla para construir el nuevo edificio donde está CompuPalace, dejando en claro su noción de la modernidad. Como dice Benedetti, “si usted habla de progreso nada más que por hablar, mire que todos sabemos que adelante no es atrás”.  CompuPalace brinda un servicio útil y da espacio necesario a pequeños empresarios, pero con un poco de ganas y esfuerzo se pudo adaptar la casa a un espacio comercial, conciliando la historia con la modernidad. El problema es que eso hubiera requerido corazón, algo de cabeza y la capacidad de ver más allá de tu propiedad. Cualidades que no parece derrochar el candidato, quien, felizmente, no tiene ni una opción de colocarse la banda presidencial.
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