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Frente a la segunda ola

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De más está decir que el Perú atraviesa momentos dramáticos. Hemos entrado al segundo año de la emergencia sanitaria más grande de nuestra historia. Las cifras de fallecidos por toda causa, en el Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef), muestran que desde el inicio de la pandemia han muerto casi 100,000 personas más de las que fallecen en otros periodos similares. Es un número escalofriante.
El fracaso peruano en el manejo de la pandemia tiene diversas causas. Tanto los errores cometidos en estos 12 meses, como los caminos y prioridades elegidas a lo largo de las últimas décadas. ¿Cuántas posibilidades de controlar una pandemia podía tener un país con menos de 200 camas de cuidados intensivos para más de 30 millones de habitantes? ¿Cómo podíamos lidiar con una emergencia sanitaria y económica como esta, con un sistema de salud abandonado y un mercado laboral mayoritariamente informal?
El milagro peruano, como han señalado muchos, muestra grietas estructurales. Desde el sector público y privado, fallamos en generar las condiciones para que el crecimiento en democracia de los últimos 20 años se transformen en desarrollo real y sostenible.
Esta crisis debería ser el punto de quiebre para buscar un modelo de desarrollo inclusivo, que ni funcione solo para pocos, ni desfalque al Estado a costa de comodidad a corto plazo. Debemos salir de esto con un paradigma de desarrollo con justicia e inclusión, bajo un Estado moderno. Estas reflexiones son muy importantes en un contexto electoral, pues este reto será uno de los grandes deberes de las nuevas autoridades a ser elegidas este año del bicentenario.
Pero en este momento, además, es urgente aprender las lecciones inmediatas y actuar. Estamos ante una segunda ola que amenaza con ser incluso peor que la primera. La única forma de evitar una tragedia mayor en las próximas semanas es asumiendo un rol de responsabilidad desde el lugar que nos toca.
En primer lugar, seamos más cuidadosos que nunca. La nueva variante del virus ha demostrado tener una mayor facilidad de contagio y hay indicios de ser más mortal, según lo anunciado por el gobierno del Reino Unido. Usemos bien la mascarilla. Evitemos todo tipo de reuniones presenciales. Mantengamos la distancia, ventilemos los lugares, y lavémonos las manos constantemente. Por más que se haya dicho muchas veces, repitámoslo y cumplámoslo.
También es importante que seamos responsables con la información que compartimos. En esta era de redes sociales y comunicación inmediata, las noticias falsas viajan a velocidades antes inimaginables. Confirmemos dos veces algo antes de enviarlo. Busquemos fuentes de confianza. La desinformación sobre la enfermedad, sobre falsas curas, o sobre las vacunas, puede ser mortal.
Por otro lado, en esta emergencia juega un rol muy importante la sociedad desde el sector privado. Aquella discusión sobre si priorizar la salud sobre lo económico, o viceversa, ha demostrado ser un falso dilema. Mientras no logremos controlar esta crisis sanitaria no habrá verdadera recuperación económica. Los empresarios privados deben tener como prioridad la salud de sus empleados y de sus clientes.
Pero dichas actitudes no tendrán éxito si no vienen acompañadas de medidas duras pero necesarias, como vemos en otros países. En la primera ola se cometieron errores en relación a la comunicación y la estrategia utilizada para plantear las restricciones y cuarentenas, pero ello no debe ser motivo para no implementarlas con mayor inteligencia en esta segunda ola.
Ya los hospitales y las UCI están abarrotados, y nuestro personal de salud está sobrepasado y visiblemente golpeado por la emergencia. Y es solo el inicio. No podemos esperar a seguir viendo la evolución de las cifras, necesitamos inmediatamente un nuevo plan de verdaderas cuarentenas inteligentes –con focos distritales y provinciales– que restrinjan actividades no esenciales, asistiendo económicamente a todas las personas que lo necesitan con mayor eficacia que el año pasado. Esta labor desde el Ejecutivo deberá ser coordinada con los gobiernos subnacionales y acompañada por el Congreso con una fiscalización responsable y constructiva.
En estas horas tan dolorosas para nuestro país, debemos hacer frente común a la segunda ola. La vida de miles de peruanas y peruanos depende de ello.
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