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Esther Vargas: ¿Cuántos likes merece tu nueva vida?

Las redes sociales son vitrina, pasarela y hasta mercado de pulgas. También son confesionario. Y están llenas de mirones y guardianes de la moral.

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No se me hace extraño comentar en Facebook que estoy de vacaciones, que me gusta la cerveza, que llevo semanas sin fumar o que mi nueva mascota se llama Frida y me tiene de cabeza. Tampoco me cuesta compartir noticias que me importan o quejarme del tráfico. Facebook es parte de mi vida, y quizás de la tuya también. Siempre tuve escaso pudor, poca vergüenza, dosis de descaro insospechado.

Lo que sí me cuesta es anunciar que tengo una relación nueva o que estoy separada. Me fastidia recibir condolencias por el amor que finalizó (cuando es posible que no esté sufriendo); me perturban las felicitaciones por la nueva vida (lo más seguro es que me esté cagando de miedo); me inquietan los mensajes por inbox de amigos y no amigos que creen que es momento de mandarte un abrazo.

Todo cambio es traumático y escribir sobre este proceso se me hace más difícil ahora que a los veintitantos, cuando tenía un blogcito. Ahora que ya me pinto las canas, no hago partícipes a desconocidos de mis penas, y no les cuento mis mudanzas y despojos. La madurez llega con una dosis de recato, o quizás es pretexto para repensar lo que otros deben saber de ti.Me he preguntado por qué tengo tantos 'amigos' que no conozco en las redes sociales; he cuestionado mi necesidad de compartir y callar; y me he preguntado si el silencio sobre mi nueva vida es como entrar al clóset en tiempos que la mayoría sale.

Las redes sociales son vitrina, pasarela y hasta mercado de pulgas. También son confesionario. Y están llenas de mirones y guardianes de la moral. Tú decides si te expones o no, si te muestras tal y como eres, o si te inventas un personaje. Tú cargas con las consecuencias: linchamiento, muchos likes, indiferencia plena y cotilleo seguro.

Cuando no existía Facebook, la vida era más sencilla, dice un amigo. Sí y no. La vida siempre se me ha complicado y de la manera más boba, pero eso no es culpa de Facebook. No culparía a Internet de nada. Al contrario. Facebook y todas las redes me han dejado buen sabor, buenas experiencias y gratos re-conocimientos de personas que al fin pude abrazar, escuchar, contemplar. Gracias a Internet he desarrollado relaciones profesionales y personales que la distancia no habría permitido, así que no hay quejas. Culpable soy yo de lo que salió mal, de lo que no se entendió, de lo que mostré en exceso, de lo que dejé de decir, de lo que no me inspiró solidaridad o ganas de apalear virtualmente.

Las redes sociales son espacios públicos, así configure mis publicaciones para que solo las vean 300 amigos que sí son supuestamente amigos. Cuidar la cajita de cristal que puede ser tu vida es únicamente tu tarea. ¿Cuántos likes merece tu nueva vida? Esta pregunta me hice al despertar. Y miré el Facebook.

Me di cuenta de que no necesitaba likes para empezar. Otra vez, frente al mar y con las heridas curadas. Confirmé que lo único que necesitaba era mirar menos el pasado, saltarme los recuerdos de Facebook e intentar sonreír.

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