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(Opinión) Mariana Alegre: ¿Es tan malo el puente Escardó?

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Fecha Actualización
El puente peatonal Escardó, recientemente inaugurado, recibió una ola de críticas –incluidas las mías– por su diseño tan poco amigable para el peatón. Es una estructura que requiere que quien camina o vaya en silla de ruedas se desplace casi medio kilómetro para poder cruzar de un lado a otro de la pista. Ciertamente es un error de concepto enorme (¡es más fácil cruzar directamente la calle con un crucero peatonal a nivel!) pero que no contradice la función de lo que hoy es la Costa Verde: una gran autopista.
Tuve la oportunidad de ir a caminar por ahí el sábado por la mañana y tardé unos 16 minutos en bajar desde la Costanera y cruzar el puente peatonal. Sin embargo, no me pareció tan malo como me lo había imaginado. Les explico cuáles son las ventajas que encontré, al igual que los problemas que he podido identificar. El puente es, en efecto, accesible a personas con sillas de ruedas. La pendiente es –relativamente– suave. Pero estoy segura de que la experiencia de alguien en silla de ruedas será mucho más complicada, especialmente al regreso. Y es que los ciclistas que subían por ahí estaban haciendo bastante esfuerzo.
Por otro lado, el acceso a la bajada no es de un ancho ridículo –al que ya nos han acostumbrado– pero hubiese podido ser más generoso pues cuando el flujo de autos sea mayor, no será tan tranquilo caminar.
El día de mi visita, el uso del puente era intensivo. Ciclistas y corredores eran los usuarios principales y, aunque hubo un par de personas que “cortaron” camino cruzando la pista, el resto utilizaba con comodidad el puente peatonal. En ese sentido, el puente Escardó está atendiendo una necesidad. Sin embargo, la indicación de que los ciclistas se bajen de la bicicleta y caminen no parece ser necesaria pues el ancho del puente es suficiente para ser compartido, salvo que el flujo se vuelva excesivo.
Sin embargo, un problema mayor es que el puente no lleva a ningún lugar. Claro, los deportistas pasan por ese espacio y continúan su recorrido, pero, para un ciudadano común (ya sea peatón o persona con discapacidad), este puente no les sirve. La playa no puede ser usada y la continuidad del trayecto que permite la vereda no es atractiva para nada. Ciertamente, la obra no contemplaba una recuperación del borde del mar y es ahí donde, realmente, se encuentra el error.
Creo que el gran problema no es en sí mismo el puente, sino que se mantiene la concepción de una Costa Verde “autopista” y no una Costa Verde “espacio público”. Mientras esto no cambie, seguiremos viendo cómo nos construyen pasarelas elevadas, afianzan los accesos vehiculares y nos ponen puentes peatonales que al final continúan consolidando este espacio para los autos y no para las personas.