Elevando un legado, reseña de ‘Pantera negra: Wakanda por siempre’

Tras la muerte del rey T’Challa por complicaciones de salud, ahora Shuri (Letitia Wright), su hermana menor, está a cargo no solo de la nación de Wakanda, sino también del legado de la Pantera Negra. Pese a sus incertidumbres y duelo, tiene que actuar pronto, puesto que naciones enemigas la buscan; entre ellas la nación acuática mesoamericana de Talokan, liderada por el orgulloso rey Namor (Tenoch Huerta). Todos están interesados en usar el vibranio, el metal más importante del mundo, para sus propios y malévolos intereses.

La figura de T’Challa y su legado guía toda la película. El guion ilustra con sumo respeto todo lo que ha significado este personaje.

Shuri y su madre, la reina Ramonda (Angela Bassett), llegan a destacar en la cinta teniendo papeles más elevados. Shuri sobresale como un personaje con matices más profundos, al ser ahora la protagonista. A diferencia de su noble hermano, carga con cierta oscuridad y dolor que afectan sus decisiones. Se siente como una mujer real, más que un simple personaje idealizado.

El villano Namor es un nuevo reto para Marvel. Presenta un conflicto al ser tradicionalista y orgulloso; una amenaza que crecerá a medida que pase el tiempo.

Las escenas de acción mejoraron en cuestión de efectos, en comparación con la primera película. El único fallo que se puede añadir es el ritmo. Al tener una duración más larga de lo debido, varios detalles en el guion son incongruentes o no llegan a formalizarse de manera satisfactoria.

Aunque no llegue a revolucionar el género de superhéroes, como sí lo hizo la primera entrega, Pantera Negra: Wakanda por siempre es una decente y prudente continuación. Digna de un rey.