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Nuestras casa en medio de la calle

Lo que diferencia a los regímenes “normales” de aquellos que no creen en los principios democráticos es la obsesiva búsqueda de estos últimos por perpetuarse en el cargo.

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Fritz Du Bois, La opinión del directorLo que diferencia a los regímenes "normales" de aquellos que no creen en los principios democráticos es la obsesiva búsqueda de estos últimos por perpetuarse en el cargo. Más aún, si uno ve los acontecimientos en la región, los países con gobiernos de corte chavista están permanentemente convulsionados por acción de sus mandatarios, quienes tratando de pescar a río revuelto siempre están creando algún conflicto o inventando enemigos acechando. Todo ello con el fin de mantener enardecido a su electorado.

Mientras, en los países con gobernantes dispuestos a permitir la alternancia en el poder ocurre exactamente lo contrario. Ellos, lo último que están deseando es tener un ambiente convulsionado ya que su agenda gubernamental no es meramente electoral y cuentan con un plan de trabajo que requiere de tranquilidad para ser implementado.

Incluso por todas las similitudes en el manejo económico entre los miembros de la Alianza del Pacifico, algo que nos está diferenciando es que, desafortunadamente, al gobierno peruano el "chip" reeleccionista de su pasado chavista se le ha quedado. Es evidente que el único tema en su agenda es la reelección conyugal pese a que la mayoría la está rechazando. Por ello el país parece convulsionado.

Así, tenemos que, por neutralizar a otros potenciales candidatos, las cuestionadas casas –propias, prestadas o hipotecadas– de García, Keiko y Toledo no pueden dejar de estar en las portadas de los diarios. Mientras en el medio van quedando las casas a medio construir del resto de peruanos. Por otro lado, mientras ese conflicto político es digitado desde la casa de los Humala en Palacio, los asuntos realmente importantes, como la introducción de meritocracia en la burocracia, son dejados de lado y ni siquiera la candidata del Gobierno sale a discutirlos, menos aún a respaldarlos.

Con lo cual va quedando cada día más claro la pérdida de tiempo y oportunidades que este gobierno nos está significando, en lugar de estar avanzando como nuestros vecinos que siguen reformando. A nosotros, el solo hecho de no estar retrocediendo nos tiene extasiados. Por lo tanto, en cinco años habremos desperdiciado no menos de quince puntos de crecimiento que con un gobierno "normal" hubiéramos alcanzado.

Al final, nos quedan tres años más de incertidumbre, en los cuales el Gobierno, respaldado en la maquinaria estatal y apoyado por los usuales ayayeros, montará una cruzada a favor de la reelección de la primera dama, quien no quiere cambiar de casa. Intento condenado al fracaso, pero igual causará un gran daño, mientras vemos a los vecinos progresando.