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Beto Ortiz: 11 maneras de inflar un pitufo

¿Sabía usted que, en época electoral, algunos periodistas sufren raras mutaciones? Secretos no tan secretos sobre cómo los más pesados elefantes se balancean sobre la delgada línea editorial.

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1. Cómale el coco al dueño del medio. Como los empresarios de las comunicaciones casi nunca son periodistas y no les interesa saber qué diablos será eso de la línea editorial, dígales que comparten un enemigo común. Usted no puede hacer ganar a su favorito pero sí ayudar a que pierda el que menos conviene a sus empresas. Júreles, finalmente, que les dará el mismo espacio a todos y que eso ayudará al ciudadano a elegir mejor. Blablablá, blebleblé, blublublú. Y listo, se la creerán, están demasiado ocupados imaginando inimaginables destinos para su país.

2. Almuerce siempre con su candidato. Luego de los primeros, tímidos desayunitos en La Tiendecita Blanca o la Pastelería San Antonio, pase sin roche al siguiente nivel: el buffet de verano del Sheraton, el kobe beef de La Tranquera o, sin ir más lejos, el restaurante Fiesta, entre cuyos manteles largos –ornados de chinguiritos gourmet de a cien lucas el plato– se banderean los lobbistas más pintados del país. Exhíbase compartiendo unas copichuelas con su candidato. Salúdese de mesa a mesa con sus pares, hágales salucito desde lejos con concha y pana. Muéstrese canchero, amigo de todos, líder de opinión. Métase otro huaracazo y sonría ganador. ¿Qué tiene de malo? Almorzar no es pactar.

3. Asúmase con orgullo. A la primera oportunidad que tenga, ponga el parche diciendo que ese distinguido político y usted se conocen de toda la vida. Exhiba sin empacho en su celular los animados chats de whatsApp que comparten cada vez que él lo consulta como oráculo. Confiese que veranean en la misma playa, que estudiaron en la misma facultad, que trabajaron juntos, que él trabajó para usted o que usted trabajó para él. Use siempre el verbo "trabajar" porque suena recontrahonesto, cuente graciosas anécdotas de cuando el candidato y usted eran practicantes.

4. Asegúrese de ser buen anfitrión. Coordine al máximo el gran lanzamiento de su estrella. Haga usted mismo la entrevista exclusiva, amárrela, no se le ocurra compartirla con nadie. Cómase solito ese jamón que para eso ha llegado a jefe. ¿Acaso no es una primicia? ¿Y no es usted quien está inflando ese enano con helio? Haga que debute en su medio. Si no puede entrevistarlo usted porque sería muy obvio, confíeselo a su can más fiel. Láncelo con bombos y platillos. Haga que el futuro presidente le deba, por toda la eternidad, ese favor. Preséntelo en sociedad, si es posible, a un año de las elecciones cuando todavía no despierte demasiadas suspicacias.

5. Grite: "Surprise!" No tenga escrúpulo alguno en salir a decir: "¡He aquí el fenómeno que arrasa en las redes sociales!", "¡este es el rostro fresco que la gente estaba esperando!", "¡el hombre del que todo el Perú está hablando!", "¡el político nuevo promete ser la gran sorpresa!". Adivine, con concha, el futuro. Anúncielo como "el outsider" desde el saque, aunque aún no lo conozca ni su madre. Qué importa. Nadie se va a dar cuenta. ¡La gente es tan influenciable! Usted puede convencer a su audiencia de cualquier cosa, de que un publicherry es periodismo o de que un camote es un meteorito, si es menester. Vamos. No se subestime. El público le cree, el hombre confía en usted. Ahora que tiene todo el power, úselo.

6. Juegue al suspenso con encuestas bomba. ¿Qué puede importar medio puntito más cuando el margen de error es de dos puntos y medio? Vamos, diviértase, firme un convenio con alguna encuestadora dispuesta a jugar con usted y vendan aire. Cáguense de risa con las cifras. ¿Qué tiene de malo? Diga siempre que la cosa está muy reñida, que hay triple empate, que esto es de pronóstico reservado pero que la tendencia de su candidato es subir como cohete. Vaya más lejos: diga que ya le pisa los talones al de arriba que ya tiene seguro el pase a segunda vuelta. Al poner la encuesta en primera página, no olvide que Dios está en los detalles: incluya la fotito y el símbolo de la cédula y escriba el titular con tinta del color de su partido engreído.

7. Garantice primeras planas. Las revistas se cierran todos los días por falta de publicidad. Y si vende la contratapa, ¿por qué no va a vender la tapa? ¿qué tiene de malo? Es una práctica común en muchas revistas nuevas y algunas viejas que agonizan. Dele a su líder el gusto de aparecer en la carátula con su foto más épica. Añada un titular apocalíptico que contribuya con la histeria colectiva: terremoto, ola, aluvión, tsunami. Use siempre metáforas telúricas y meteorológicas. Eche mano a cualquiera de ellas para lograr el efecto tremebundo que necesita. Y eso sí: asegure a su hombre, cobertura total. Mándele reporteros al menor caldo de cabeza que se tome en el mercado de Juliaca. Promueva, por supuesto, entre su equipo, la elaboración de bonitas semblanzas. La exclusiva de la chocita donde nació. La exclusiva de la esposa regia. La del cuarto del bebito. La del perrito Frufrú y demás cojudeces por el estilo. Verá cómo la gente empieza a hablar. El peruano es novelero y este tipo de huevadas le fascina.

8. Jálese a su batería seria. Para garantizar la debacle del mal mayor, arme su fuerza de choque, su pequeña band of brothers. Reclute suficientes dioses sentenciosos, cejijuntos y rugientes, privilegie aquellos analistas con retención anal. Columnistas, panelistas, comentaristas invitados que funjan de pitbulls y estén listos para saltarles a los villanos a la yugular. Opinólogos sin chamba, blogueros anónimos son bienvenidos siempre que piensen igual que usted. Y a los incordios, vacaciones. Promueva preventivamente a los mediocres para que nadie pueda hacerle sombra opinando, entrevistando, escribiendo o investigando mejor. Y si siente que alguien se atreve, abúrralo. Sáqueselo de encima. Redúzcale el oxígeno: paséelo, disuélvalo, licúelo o congélelo. Destiérrelo a la Siberia de la página cultural. Prefiera darles oportunidad a calabazas y calichines que siempre están menos contaminados, complacen más y cobran menos.

9. Presente nuevos amigos. Invéntese alianzas estratégicas con medios ideológicamente afines. Afines a usted, se entiende, no a su empresa. Asesore mejor jugando en pared. Organícese de tal manera que todo lo que convenga a su futuro presidente rebote eficazmente en la pantalla de su medio amigo. Compartan las primicias, dosifiquen la data, calculen el timing de acuerdo a lo que más convenga a las metas del nuevo superstar. Publíquele a su candidato sendas columnas de opinión con gran despliegue gráfico o si es menester, escríbaselas para que él las firme. Ya habrá oportunidad de que se lo agradezca como Dios manda.

10. Tenga siempre un plan B. Nunca ponga todos los huevos en una canasta. Nunca le apueste a un solo caballo porque –si algo sale mal y se le rompe una pata a media carrera– quedará usted en ridículo ante el directorio por cuyos ojos ve. Juegue siempre a dos cachetes: tenga dos cartas bajo la manga: candidato uno y candidato dos, por si las moscas. A más boletos, más posibilidades de ganar.

11. Déjese auspiciar por las empresas de su candidato. Ni él es lo mismo que sus empresas ni usted personifica a su periódico. Déjelo invertir fortunas en avisos a doble página que eso no tiene por qué mellar su acrisolada imparcialidad. Conviértalo en su patrocinador vitalicio, ¿acaso ha dejado usted de ser, por eso, el periodista más temido, inquisidor e incorruptible? ¿No sigue siendo acaso una máquina de generar titulares? ¿Qué tiene de malo? A ver, díganme.

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