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Atando cabos

Atar cabos en un mundo cada día más complejo es tarea titánica. No hacerlo, aun en las modestas medidas personales de cada uno, implica resignarse al yugo intelectual al que nos somete el bombardeo mediático. El efecto de este bombardeo sobre desinformados, medianamente informados y obsesivos por confirmar sus prejuicios es devastador.

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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com

Cuanto más incomprensible resulte la realidad, más necesitaremos de las palabras simplificadoras que nos devuelvan la engañosa calma en la que vivimos sumergidos. La crisis europea, producto de la salvaje desregulación de la economía, nada tiene que ver con nosotros, o al menos eso es lo que deduzco, pues mantenemos incólumes los paradigmas que condujeron a Europa a su debacle. Ellos también tuvieron esplendores, incluso mayores que los nuestros, y ahora están sumidos en un drama que resultaba inimaginable seis o siete años atrás.

Resulta curioso que, en medio de la globalización, lo más grave que se les ocurre admitir a los voceros del sistema es que la crisis europea quizá provoque un descenso en nuestras exportaciones. Ocultan y ocultarán, mientras puedan, cualquier relación entre el modelo aplicado en el Viejo Continente y nuestro propio modelo. Voces aisladas advierten sobre los peligros que nos acechan, pero no tienen eco frente al ruido ensordecedor de las usinas de las verdades oficiales y frente a la necesidad de la población de escuchar palabras tranquilizadoras. Lo sensato sería sacar conclusiones de lo ocurrido en los países teóricamente locomotoras del desarrollo y adoptar medidas que nos protejan, aunque para esto haya que apartarse de la ortodoxia económica.

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