/getHTML/media/1229342
Nicolás Yerovi: "Celebramos la sobrevivencia"
/getHTML/media/1229339
Fernán Altuve: "¿Presentar candidato de 87 años se puede considerar estabilidad?"
/getHTML/media/1229338
Orgullo de ser peruano: ¿Qué nos hace sentirlo?
/getHTML/media/1229336
Nancy Arellano sobre Elecciones en Venezuela: "Esta no es una elección tradicional"
/getHTML/media/1229265
Zelmira Aguilar: "Alejandro Villanueva creó el estilo de juego de Alianza y Selección"
/getHTML/media/1229195
Cherman: "Quien me quiebra el lado patriótico fue Juan Acevedo con Paco Yunque"
/getHTML/media/1229190
Marco Poma CEO de Tkambio: "Perú está atrasado en materia de 'open banking'"
/getHTML/media/1229009
Javier Arévalo, escritor: "Sin bibliotecas, el hábito de leer no nace en los niños"
/getHTML/media/1228674
Mujeres Aymaras sorprenden con su arte en Desfile de Modas
PUBLICIDAD

Armar el rompecabezas de la memoria

Imagen
(GEC)
Fecha Actualización
La vida del antropólogo Lurgio Gavilán (Ayacucho, 1977) parece sacada de una novela. Sendero Luminoso lo reclutó de niño, pero a los 12 años fue capturado por una patrulla militar. Cuando iba a ser fusilado, el teniente al mando le perdonó la vida. Luego, vivió en un cuartel de Huamanga y fue enviado a la escuela por este soldado que lo trató como a un hijo. Ya de joven se enroló en el Ejército; años después se hizo sacerdote franciscano y, finalmente, dejó los hábitos para seguir estudios universitarios. La historia, sintetizada así, resulta fascinante; sin embargo, estuvo marcada por el dolor. Cuando en 2012 publicó Memorias de un soldado desconocido, conocimos su testimonio sobre estos avatares que tuvieron como detonante el inicio de la insania subversiva y la contraofensiva militar.
En Carta al teniente Shogún, Gavilán se detiene en aquel momento de la emboscada militar donde da por hecho que morirá. Estamos ante una epístola dirigida a un militar, cuya identidad ignora a pesar del trato familiar que recibió. Asistimos a un testimonio emotivo, de hondo lirismo y con una mirada reflexiva sobre la vida. Si el anterior libro era una crónica, aquí somos los destinatarios de una misiva que acaso nunca leerá este soldado que se fue sin despedirse y sin dejar rastros sobre su verdadera identidad. “¿Por qué no me mataste?” es la pregunta que atraviesa las más de cien páginas de ese testimonio, cargado de gratitud e incertidumbre. En las demás interrogantes, el autor reclama una explicación sobre este periodo sangriento de la historia peruana, cuyas víctimas no solo fueron los caídos, sino los que viven y quedaron marcados por el recuerdo de aquellos años.
Libros como este resultan mucho más iluminadores que las frías estadísticas que señalan a vencedores y vencidos. Además, nos revela que la escritura es también un acto catártico, reflexivo y esperanzador. Estamos ante la historia de un sobreviviente que ahora batalla contra sus recuerdos. Hoy en día casi nadie escribe cartas; será por eso que Carta al teniente Shogún tiene la potencia y complicidad de un género que ha caído en el olvido, pero que resulta empático y pertinente para revisar nuestra historia reciente.
TAGS RELACIONADOS