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Cuando el río suena…

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¿Qué pasa si se incumple una promesa? La respuesta es depende. Si un niño incumple la promesa de hacer todas sus tareas, puede ser que sus padres no lo dejen ver televisión o lo dejen castigado en su cuarto.
Las promesas pueden tener consecuencias legales. Si usted compra un carro y no paga el precio, le pueden quitar el carro y cobrarle una indemnización. A esa promesa se le llama contrato.
Los países hacen promesas a sus ciudadanos. También las hacen a los inversionistas. Ofrecen ciertas garantías (que en el fondo son promesas). Puede ser a través de un contrato. O también por un tratado internacional en el que un país le dice a otro que si sus nacionales invierten, tendrán ciertas protecciones.
Las promesas buscan generar confianza. Si quieres que un inversionista arriesgue su dinero, le ofrecerás que no le quitarás sus bienes sin previo pago o que lo tratarás de manera justa y equitativa.
Como toda promesa, si no tiene consecuencias, se cumplirá menos. Por eso se establecen consecuencias legales. Si no cumples las promesas, tendrás, por ejemplo, que indemnizar al afectado.
Pero las consecuencias no sirven si no hay alguien que las haga cumplir. El inversionista sospecha de las autoridades del país para hacer cumplir las promesas del propio país (el riesgo del ‘gato de despensero’). Como en los sistemas de derechos humanos, se necesitan mecanismos internacionales. Y es que no confiamos que el Estado protegerá a los ciudadanos o a los inversionistas de los actos del propio Estado. En la protección de inversionistas usualmente se utilizan arbitrajes internacionales, para generar la confianza de que las consecuencias al incumplimiento se aplicarán de verdad.
El sistema más conocido es el CIADI, del que oímos hablar a cada rato pero no sabemos cómo funciona. El CIADI es parte del Banco Mundial y maneja un sistema de arbitraje para ese tipo de casos.
Perú es parte del CIADI. Como todos los años, acaba de salir la estadística anual de casos. El Perú aparece primero para 2020 en número de casos registrados en su contra, con cinco casos. Estamos empatados con Colombia. Parecen pocos casos. Pero lo preocupante es que en el año 2019 fuimos primeros en Sudamérica y segundos en el mundo con cuatro casos.
Puede no significar mucho. Hay casos en otros sistemas de arbitraje. Por otro lado, un país que hizo muchas promesas quizás tenga más demandas en contra y Perú promovió por años la inversión. Y pueden ser casos ganadores. De hecho, Perú tiene un excelente número de éxitos en estos casos. Pero nunca sus casos crecieron a este nivel.
Si se tiene fiebre, puede ser que se esté desarrollando una infección. Y si uno ve los últimos actos del Congreso y del propio Poder Ejecutivo, rompiendo la palabra empeñada del país a los inversionistas, y desconociendo frontalmente promesas, es de esperar que sigamos disputando ese deshonroso primer lugar en el mundo.
El riesgo no solo es que tengamos que pagar indemnizaciones por no cumplir nuestras promesas. Esos puestos en el ranking indican que no somos confiables. Y si es así, menos inversionistas creerán en el país, justo cuando necesitaremos mucha inversión para salir del atolladero en el que estamos. Cuando el río suena, es porque piedras trae.
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