Su rostro gastado, insondable, se enfrenta, en el primer instante de libertad, a una nube mezclada de periodistas, reservistas y curiosos de a pie. Cuando abre la boca, sus primeras palabras bien pudieron haber sido las últimas. Que apenas haya salido de prisión, luego de más de 17 años, Antauro Humala revindique los crímenes del ‘Andahuaylazo’ y sostenga, con voz alucinada, que está muy orgulloso del motivo mismo de su cautiverio, muestra las severas y funestas consecuencias de haber dejado que sus neuronas se maceren, desde el seno familiar, en ese pomposo y absurdo menjunje ideológico llamado etnocacerismo.