Contaré de cartas de amor que escribieron dos muchachos: Laurie, inglés, en 1918, y Saigo, japonés, en 1945. Leo la carta del inglés: “Dios te bendiga, cariño, y a todos los que amo y me aman porque, sin su amor y confianza, desfallezco y fracaso. Pero no te preocupes, corazón mío, porque continuaré hasta el final”. La carta del japonés, 27 años después, decía lo mismo. El inglés la escribió, probablemente, en la víspera de la batalla de Amiens, al final de la Primera Guerra Mundial, y el japonés en la víspera de la batalla de Iwo Jima, al final de la Segunda.