Hubo un tiempo en que mis amigos no cristianos daban saltos mortales para no recibir los saludos por Navidad. No les hacía gracia celebrar a un Dios en el que no creían, su religión no se los permitía. Puestos en sus zapatos, en este lugar del mundo, veo que la Navidad era sumamente intrusiva. Lo dominaba todo a la fuerza, como quien continúa la historia de la evangelización. Pero, con el tiempo, se hizo más sutil. Al nacimiento clásico (portal, José y María, burro, vaca, pesebre y Niño) se le agregó un nuevo ícono: San Nicolás (Papá Noel). Aparecieron nuevos símbolos: el árbol, el hombre de nieve, la galleta de jengibre y el reno de la nariz roja.