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Siete historias de esperanza en campos de refugiados en Europa

Huyen del terrorismo, la pobreza y del conflicto interno pero pese a todo, guardan la esperanza de un futuro mejor.

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Pese a la incertidumbre de su futuro en Europa, los migrantes mantienen la esperanza (Efe).
Fecha Actualización
Miles de personas huyen de países como Siria, Afganistán, Pakistán o Somalía hacia Europa durante una de las peores crisis humanitarias de la historia. Todas ellas buscan un mejor porvenir para sus familias y escapan del terrorismo y del conflicto interno. Pese a la desesperación y la incertidumbre de un mejor futuro, la esperanza aún existe en todos ellos.

En campos de refugiados como los de Calais y La Linière, en Francia, y de Katsikas, en Grecia, existe angustia e incertidumbre, pero también la esperanza y el sueño de una vida mejor.

En estos campos que esperaban constituirse únicamente como una parada temporal, pronto se han convertido en 'hogares' estables para muchas personas. Y en estos se muestran lo que cada uno es, su identidad y sus aspiraciones frente a todas las incertidumbres sobre el futuro.

La asociación Médicos Sin Fronteras compartió estas siete historias de supervivencia y esperanza, pese a esta gran crisis humanitaria que se vive en Europa.

Barham y su peluquería

Barham, de 31 años, es un barbero kurdo de Iraq. Barham llegó hace cuatro meses y montó una peluquería en la entrada del campo de La Linière. El único asiento que hay nunca está vacío.

Él corta el cabello a unas 25 personas al día, pero solo cinco o seis pueden permitirse el lujo de pagarle los 5 euros que cuesta el corte. También hace la depilación tradicional con hilo y algunos franceses acuden a él, dice con orgullo. Opina que en la ciudad las peluquerías son bonitas pero que los peluqueros no saben cortar el pelo correctamente. A él le gustaría seguir con su oficio en Reino Unido.

Una familia separada

Naef (28 años), Zina (de 26) y sus hijas Katrin (18 meses), Maran (9 años) y Manal (de 7 años) son yazidíes del norte de Irak. Vivían en la provincia de Sindjar, cuando el Estado Islámico tomó el control de la región en agosto de 2014; el Estado Islámico mató a mucha gente y Naef y los suyos huyeron.

Primero encontraron refugio en el campo de Dohuk, al norte de Mosul, y luego siguieron viaje a Europa. Tienen otro hijo, Karam, de 5 años; no sale en la imagen porque pudo llegar a Alemania con su abuela. Pero ahora que las fronteras europeas se han cerrado, el resto de la familia ha quedado atrapada en el campo de Katsikas, en Grecia. Maran extraña a su hermano pequeño y a su abuela, a quienes no ve desde hace más de un año. También extraña a sus amigos, la escuela… "Y en el campo la comida es muy mala".

Ioannina, Grecia

Awesome tiene 43 años y es de Pakistán. Gestiona el restaurante más lindo de 'la jungla' (como se conoce al campo de Ionnina) Les Trois Idiots (Los tres idiotas en español), donde voluntarios extranjeros comparten la comida con los habitantes del campo.

A Awesome le gusta recibir a los europeos en su establecimiento: siempre tiene algo que decirles y luego se hace una foto de recuerdo para colgarla en la pared.

Antes era guía turístico en Peshawar, hasta que los turistas comenzaron a escasear y las amenazas contra los que pasaban tiempo con ellos se intensificaron. Awesome decidió marcharse.

Después de un viaje de año y medio, ya no quiere cruzar la frontera con Reino Unido y sueña con abrir un nuevo restaurante en París. ¿Que por qué llamó al local Los Tres Idiotas? Porque Awesome inició el proyecto con dos amigos que, como él, adoraban el clásico del cine de Bollywood que se titula así.

La esperanza de volver a ver a su padre

Yasmin, de 26 años, y sus hijos Leal (7), Maya (9), Hamza (5) y Rais (de 18 meses) son de Siria. Maya se queja: dice que aquí no es feliz, le gustaría volver a ver a su padre, y le gustaba más la ciudad de Homs porque por lo menos allí tenía una casa y no tenía que dormir en una tienda de campaña.

El marido de Yasmin se fue cuando los combates se acercaron a su barrio y lleva ocho meses en Alemania. Yasmin vendió la casa y se fue a Europa. Parece contenta de al menos haber llegado a Grecia, a pesar de que no sabe cómo o cuándo volverán sus hijos a ver a su padre.

Un nuevo hogar

Altaher tiene 29 años y es de Sinar, Sudán. Tardó un año y medio en llegar a 'la jungla' de Calais. Ahora, Altaher ha renunciado a llegar a Inglaterra, piensa que es demasiado difícil.

Algunos de sus amigos le hablaron de Nantes y Angers, y le gustaría trasladarse allí y trabajar en la construcción. Fue Abdala, su compañero de habitación, sudanés como él, quien decoró su pequeña casa. También Abdala ha renunciado de momento a intentar cruzar el canal. ¿Qué adónde quiere ir? Sencillamente ya no lo sabe.

Abdallah pinta día y noche, vuelve a pintar y trata de mejorar su nuevo hogar, de una manera casi mística.

Esperanza

Abdala, de 24 años, es de Nangarhar, en Afganistán. Allí era almacenero, así que tenía todo el sentido del mundo abrir una tienda de ultramarinos en 'la jungla'.

No quiere dejar el campo, su negocio va bien y sus amigos están aquí. Su hija pequeña nació en el campo; se llama Arzu, que significa "esperanza" en dari.

El viaje a La Meca

Ali, de 18 años, nació en Kuwait y su cabaña sigue siendo como la habitación de un niño. Viene de una familia beduina y explica que su pueblo no tiene derechos en su país, ni siquiera a obtener la nacionalidad kuwaití. Ali ha vivido en una tienda de campaña toda su vida, por lo que esta ha sido siempre su primera 'casa'.

En Kuwait, su tribu viajaba en camello. Para llegar a Europa, Ali venció su miedo y se subió a un avión y a un barco por primera vez.

Extraña el desierto y las puestas de sol, y habla de sus recuerdos de infancia con nostalgia: cuando llevaba a pastar a las ovejas a caballo o cuando hacía muñecos en el desierto con arena mojada por la lluvia.

Ali tiene un sueño: trabajar un año o dos en Reino Unido para regalar a su madre enferma la peregrinación a La Meca.

Fotografías de Bruno Fert.

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