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Marcos Ferdinand Jr: El hijo del dictador

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Ferdinand Marcos Jr. sucederá en el cargo a Rodrigo Duterte. (Foto: Reuters/Eloisa Lopez)
Fecha Actualización
El botín era escandaloso, una burla a la pobreza de Finlandia. Cuando el dictador Ferdinand Marcos fugó de Manila hacia Estados Unidos la noche del 25 de febrero de 1986 junto a su esposa Imelda Marcos y toda su familia, se aseguró de llevarse lo suficiente para vivir cómodamente el resto de sus años. Según lo que se ha podido conocer por el inventario registrado en los dos aviones C-141 encargados para tan vil misión, el botín contenía 12 valijas, 23 baúles de madera, 413 piezas de joyería, una estatua de marfil del niño Jesús con un manto plateado y un collar de diamantes, 24 lingotes de oro con la inscripción “A mi marido en nuestro 24º aniversario” y más de 27 millones de pesos filipinos en billetes recién impresos. Todo sumaba un valor de 20 millones de dólares.
Pero aquel botín fue lo que apenas alcanzó en las dos naves aquella noche. En Manila, la capital de Filipinas y centro de gobierno, el robo había sido mayor. Cuando las fuerzas revolucionarias lograron, horas después de la fuga del dictador, ingresar a los palacios, dependencias oficiales y ministerios, encontraron cajas fuertes vacías y distintos rastros de saqueo. Incluso en el palacio de Malacañán las marcas negras en las paredes indicaban que distintos cuadros habían sido retirados. Ferdinand Marcos, que en cifras oficiales solo cobraba un sueldo de 13 mil dólares al año, nunca había ocultado su amor por las riquezas. Durante los 21 años que duró su régimen (1965 y 1986) hizo gala de autos carísimos, obras de arte, joyas, armas y otros lujos más. En su colección privada había pinturas de Picasso, Dalí, entre otros; incluso se habla que tenía un Miguel Ángel.
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El dictador huyó hacia EE.UU. luego de una revuelta popular, que hizo insostenible su estancia en un país hastiado de la corrupción. El 15 de febrero se había declarado ganador de unas elecciones presidenciales que días después fueron proclamadas como fraudulentas y por lo tanto nulas. Hora antes de su fuga, su rival en aquellas elecciones, Corazón Aquino, juró como presidenta legítima de Filipinas. El fin de la dictadura había llegado.
El dictador y su clan familiar se convirtieron en sinónimos de corrupción en Filipinas y el mundo (en Filipinas se creó una organización para intentar recuperar lo hurtado por la familia). Las autoridades estimaron que el dictador había logrado amasar una riqueza mal habida que bordeaba los 10,000 millones de dólares (mucho de este dinero se había repartido en cuentas de Suiza). Fue también un pésimo estadista: cuando llegó al poder en 1965, su país era la segunda economía de Asia y la deuda externa era poco más de 300 millones de dólares. Al irse, en 1986, el monto alcanzaba los 30 mil millones y quedó sumida en una profunda crisis económica. Y su legado de violencia fue desgarrador. Según datos de Amnistía Internacional, durante el régimen, un total de 3,257 personas fueron asesinadas de manera extrajudicial y unas 35,000 torturadas.
Marcos Ferdinand fallecería exiliado en 1989, en Hawái. En un momento se pensó que ese sería el fin de una dinastía que trajo dolor y corrupción a Filipinas, pero nada estaría más lejos de la verdad. Tras torear juicios y demandas, la familia del dictador sigue vigente en la política del país, a tal punto que el único hijo varón, Bongbong, ahora es el nuevo presidente filipino.
Dinastía corrupta
“Bongbong es nuestra principal preocupación. Es demasiado despreocupado y perezoso”. Así describía el propio Ferdinand Marcos a su hijo, Ferdinand Marcos Jr., apodado cariñosamente como Bongbong. La anotación, fechada en 1972, fue hallada en uno de sus diarios y ha tomado importancia por estos días ya que Bonbong fue elegido presidente de Filipinas el pasado lunes al conseguir 30 millones de votos. Su contrincante más cercano, Leni Robredo, defensora de los derechos humanos y de las reformas, obtuvo 14 millones, y el boxeador Manny Pacquiao quedó tercero, con 3.5 millones. De esta forma, será el sucesor del cuestionado y autoritario Rodrigo Duterte.
La elección de Bongbong, ya de 64 años, es una suerte de regreso triunfal del corrupto clan familiar, aunque no una sorpresa. El hijo del dictador vino tentando este cargo durante décadas. “Mi mamá quería que me lanzara desde que tenía ocho años”, dijo Marcos en The Kingmaker, un documental sobre Imelda Marcos, su madre.
Su carrera política comenzó con su padre aún en el gobierno de Filipinas, aunque fue interrumpida por la revolución. Sin embargo, posteriormente al regreso del exilio de la familia al país en 1991, su ascenso fue rápido, algo inversamente proporcional a su trayectoria académica. Fue vicegobernador, gobernador y congresista, siempre teniendo a la región de Ilocos Norte como bastión. Luego vendría la aspiración principal para ser presidente, con el objetivo principal de defender el nombre de su familia y minimizar el legado sangriento y dictatorial de su padre. “Mis padres siempre nos recordaban que todos los privilegios que teníamos eran gracias al pueblo”, dijo en una entrevista reciente.
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Actualmente la familia acumula más de 40 casos judiciales que investigan su fortuna, la ex primera dama Imelda Marcos fue sentenciada a 42 años de prisión por corrupción en 2018 y el propio Bongbong, fue condenado por evasión fiscal en 1995. ¿Qué ha pasado en Filipinas para que el hijo de un dictador devuelva el poder a su familia? Y se trata de una pregunta doble. Junto a Bongbong también fue elegida vicepresidenta, Sara Duterte-Carpio, la hija del actual presidente Rodrigo Duterte, quien es acusado de ejecuciones extrajudiciales durante su “guerra contras las drogas”.
Según diversos analistas, las redes sociales jugaron un papel fundamental en las elecciones. Bongbong armó una gran campaña de desinformación dirigida a los jóvenes que no conocieron las atrocidades de los 20 años de la dictadura. Asimismo, optó por no dar entrevistas para así evitar los cuestionamientos a su familia. Los debates también quedaron descartados. Nunca se ha disculpado por las violaciones de derechos humanos de su padre y, al contrario, ha buscado blanquearlo señalando que fue un gran periodo de grandeza para Filipinas. El día que fue declarado ganador de las elecciones, fue a visitar su tumba llevando flores.
Detrás de él siempre estuvo su madre Imelda, de 92 años. La ex primera dama, quien se autodenomina “la madre de todos los filipinos”, tentó la presidencia en dos ocasiones, pero tras no alcanzarla centró en Bongbong todas sus aspiraciones para llegar nuevamente al poder. El plan le salió perfecto, Filipinas olvidó pronto.
TENGA EN CUENTA
El último viernes, cientos de personas salieron a las calles en Manila para protestar contra la vuelta al poder de la dinastía Marcos en Filipinas. Los manifestantes denunciaron “fraude electoral”, lanzaron consignas en contra de Ley Marcial (1972-1981) y acusaron a la familia de manipular la opinión pública con una intensa campaña de desinformación.
“Marcos, fascista” o “nunca más Ley Marcial” eran los lemas más repetidos durante la marcha.
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