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Giovanna Ávila: “A través de la olla común empezamos a compartir, a unirnos”

Es presidenta de la olla común ‘Mi Ángel Poderoso’, que es parte de Ollas que Desarrollan. Hoy ya tienen una panadería. Perú21 entrevistó a Giovanna Ávila.

Imagen
Giovanna Ávila, lideresa de Carapongo.
Fecha Actualización
Tiene la voz de la nobleza, la paciencia y la ternura. Le pregunto dónde está. “En mi casita”, “en mi ollita”, me dice al otro lado del teléfono. Vive a una cuadra de la olla común Mi Ángel Poderoso, en el asentamiento humano Cerrito La Libertad, en Lurigancho-Chosica.
Giovanna Ávila es presidenta de esta olla común que es parte de Ollas que Desarrollan, iniciativa de Alicorp en alianza con Juguete Pendiente. Esta olla tiene 96 madres de familia socias y entrega de 85 a 120 raciones por día.
Su día empieza a las 7 de la mañana. Se queda hasta cerrar el local, dos o tres de la tarde. “Lo he agarrado como un trabajo”, me dice sobre su labor de ayuda. Ha regresado por unos minutos a su casa para darnos esta entrevista. La vivienda está ubicada en medio del cerro, desde donde divisa todo Carapongo. “Es un cerrito pue”, me dice Giovanna. Es que todo lo dice con cariño.
¿Qué piensa de lo que ha podido avanzar con la olla?
He aportado un poquito de mí, de lo que he aprendido, de lo que he vivido para compartir con todas mis mamitas del cerrito, con mis vecinos. Darles el ejemplo de que de la pobreza sí se puede salir, con esfuerzo, dedicación y, sobre todo, amor a nuestros hijos, y con paciencia. Yo quiero que ellas salgan adelante, que no se decepcionen. A veces escucho a las mamitas y los problemas de sus hijos, y me pongo a pensar de dónde viene el problema: es de la casa, la mamá tiene que trabajar y estar atenta a los hijos.
¿Dónde aprendió la paciencia y el amor?
De la vida, yo he sufrido bastante, me he aislado de todo. De lo que no he podido ser, quiero que mis hijos sí lo logren. Y no es tan difícil. Yo no he tenido ni siquiera pasaje, andaba caminando para ahorrar un solcito para que mis hijos puedan ir a estudiar. Y no quiero que mis vecinas sufran eso. “Sí se puede, mamitas”, les digo.
Usted vino de La Oroya.
Sí. Yo he tenido todo, mi papá me daba todo, trabajaba en la mina, hasta me hizo estudiar. Pero metí la pata y ya pues… Llegué a tener mi bebé y no terminé mis estudios superiores; estuve estudiando laboratorio.
Sus padres se molestaron.
Sí y no tuve comunicación como cuatro años. Se decepcionaron de mí. Quise salir adelante por mí misma y empecé a trabajar, hice de todo. Eso ya me pasó en Lima. Yo de vergüenza no quise ni volver a La Oroya, porque prácticamente les había decepcionado.
¿Y cómo se reconcilió con sus padres?
Llegaron a Lima y mi pareja aprovechó para pedir la mano, ya con mi bebé.
¿Su paciencia ha sido la llave para salir adelante?
En tiempo de pandemia había un grupo de mamitas que decían “¿y ahora qué hacemos?”. Y empezamos a cocinar, a hacer nuestra olla común. Recuerdo el primer día que cocinamos, hicimos lentejitas y todos los niños vinieron a nuestro local, y los vi alegres, eso es lo que más me ha impulsado a seguir.
¿Fue fácil integrar a las demás mamás?
No, pero yo siempre las he tratado con respeto y cariño.
Y hoy ya tienen un proyecto de panadería.
Sí. Como somos parte de las Ollas que Desarrollan hemos recibido apoyo de empresas e instituciones para poder implementarla. Ya estamos produciendo pan, sobre todo las karamandukas, que les gusta a los niños.
¿Y usted cocina o ve más lo administrativo?
Todas cocinamos. Si a alguien no le gusta cocinar la papa rellena porque es trabajoso, yo lo hago, también con las caiguas rellenas.
Usted resuelve.
Yo les digo eso, sí se puede y lo hacemos.
¿Siempre ha sido así?
Yo he cambiado desde que empecé a sentir la necesidad, también desde que fui madre.
¿Cuál es la retribución a todo el trabajo que hace?
Bueno, me gusta que compartimos. Cuando empezamos éramos distantes, no todos éramos unidos. A través de la ollita, y que todos veníamos ahí, empezamos a compartir, a unirnos, a trabajar en conjunto. Eso me satisface y me da tanta alegría.
¿No es difícil unir a las personas?
Un poquito. Cada mamita tiene su carácter, pero para qué, ah, hay mamitas que ahora vienen y me cuentan sus historias.
¿Sus hijos qué le dicen?
Me he separado de ellos (ríe)… Es que le dedico más tiempo a mi ollita. Pero me entienden, porque ellos también han sufrido como yo. Y ahora me apoyan bastante. Claro, cuando tengo problemas con una mamita me dicen: “Mamá, por qué estás así, dedícate a ti”. Pero les digo que no puedo, trato de seguir adelante. De repente han sacado mi carácter (risas).
Son nobles, pacientes y amorosos.
(Risas). ¡Sí! No son peleanderos, se dedican a trabajar.
¿Su esposo la apoya?
Los primeros días era bien difícil porque a veces no entendía y me decía que había abandonado todo (en la casa). Yo iba de frente al dormitorio y ahí me sentaba hasta que le pase su cólera. De ahí ya salía a atender a todos.
¿Ya lo entendió?
Sí, ya se resignó, ya no me dice nada. Trata de apoyarme.
Tiene que entenderlo, usted es una lideresa.
Nuestro sueño es seguir creciendo y atender a más personas.
AUTOFICHA:
-“Mi nombre es Giovanna Ávila, tengo 54 años. Nací en La Oroya. Allá viví hasta los 25 años. Cuando era niña quería ser profesora, enseñar a los niños. Ahora siempre aconsejo y apoyo a las mamás. Por ahora solamente quiero apoyar a los que más necesitan”.
-“Ahora estoy tratando de conseguir cursos para los jóvenes. Para las niñas tenemos apoyo del Ministerio de la Mujer, pero para los jóvenes no. Quiera Diosito que alguien me ayude para lograr que los jóvenes sigan cursos para que puedan trabajar en carpintería, electricidad”.
-“Nuestro sueño es seguir creciendo y así atender a más personas. Ya tenemos la panadería, y ahora la idea es crecer más, gracias a que pertenecemos a Ollas que Desarrollan, donde siempre nos han abierto las puertas las empresas e instituciones, nos dan las herramientas para impulsarnos”.
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