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Federico Prieto Celi, periodista y escritor: “Ravines era muy militante. Un hombre de una sola pieza”

Eudocio Ravinez estuvo con Haya y Stalin. En la Komintern y en la Guerra Civil Española. Con Pinochet y con la CIA. Habla su biógrafo.

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Federico Ramón Prieto Celi es autor de libros como Así se hizo el Perú y Regreso a la democracia. (Foto: Javier Zapata).
Fecha Actualización
Eudocio Ravines ha vuelto a estar en boca de todos. O quizás nunca se fue. La historia del mayor de los conversos es ejemplo y contraejemplo de miles, según los anteojos con que se mire. Su historia la cuenta Federico Prieto Celi.
¿Cómo conoció a Ravines?
Yo conocí la historia de Ravines leyendo su libro La gran estafa en Buenos Aires, cuando yo estaba deportado por el gobierno de Velasco. Nos deportaron a todos los periodistas de la revista Opinión Libre y también a algunos de El Tiempo. Entonces, claro, por ósmosis, por decirlo así, nació la simpatía con un señor que había sido deportado por todos los presidentes. Fue cinco veces deportado. Y me di cuenta de que era un hombre muy apasionado. Cajamarquino. Hay una serie de ilustres políticos peruanos que vienen de Cajamarca. Por ejemplo, Javier Álva Orlandini; su hermano Miguel, que es el papá de María del Carmen Alva.
Carlos Malpica. ¿Castillo?
Es más, yo creo que Dumett quiso escribir la novela de la infancia de Ravines... Él pensó, a lo mejor, que la gente se va a interesar en este libro porque Pedro Castillo también era cajamarquino y vamos a hacer un paralelo entre los dos. La pasaron mal en Cajamarca. El papá era campesino y se fue a trabajar el caucho. La mamá era maestra. El padre murió y el dinero que le mandó a la mamá se lo robaron. Entonces, Ravines de joven debió sentir resentimiento. Buscó qué era lo contrario a este capitalismo salvaje. Y seguro se dijo ‘voy a buscar el paraíso del proletariado’. Se fue a estudiar a Trujillo y luego se fue a Lima, a San Marcos. Él cuenta que estaba con Haya en una manifestación contra Leguía. Era una protesta por la reforma educativa. Los estudiantes estaban ahí dirigidos por Haya de la Torre, y entonces le traen la noticia de que a un tranviario le había caído una bala de la Policía y había muerto. Y entonces Haya dice: “Ya tenemos el muerto”. Y Ravines se escandalizó. Eso los apristas lo niegan.
La protesta de mayo de 1923.
Claro, Haya preside la protesta y empieza su discurso diciendo ‘el quinto: no matar’. Así Ravines fue aprendiendo que el fin justifica los medios. Se va dando cuenta de que el comunismo está centrado en la idea de tomar el poder.
El fin de toda la política.
Mira a Castillo. Toma el poder y terminó robando, porque no era un intelectual ni una persona preparada. El ocioso roba. La primera edición era menos crítica. El texto es el mismo. Pero le he añadido notas al pie de página donde hago observaciones, para que vean que no soy tonto, porque Ravines era un hombre que de tanto estar ahí en el marxismo... el marxismo es una mentira global, porque ofrece un paraíso en la tierra.
‘Marilucha’ García Montero lo llama “monje sin iglesia”.
Era muy militante. El pensamiento que tenía lo realizaba las 24 horas del día. Un hombre de una sola pieza. En su camino de regreso llega a las puertas de la Iglesia católica.
¿Se desilusiona cuando ve la hambruna de Ucrania?
Cuando él sale de Rusia, ya no estaba tan ilusionado como había llegado. Ya la revolución rusa había tenido un cierto tiempo. Él decía que por lo menos debían estar como la gente del Perú que era pobre pero comía. Tenía papa, yuca, camote. El pobre en el Perú es gordo, no hambriento. Entonces, sale desilusionado. Cuando él llega a España, todavía asume el comunismo, pero va viendo lo horrorosa que es la Guerra Civil. Y cuando vuelve a Moscú, no lo dejan salir. En un momento determinado, Stalin pregunta ‘¿a qué latinoamericano podemos enviar para que impulse la campaña del Frente Democrático de Chile que lleva a la presidencia a un miembro del Partido Radical chileno apoyado por Partido Comunista?”. Y entonces este búlgaro, que tenía una gran importancia en Rusia, dice “el mejor es Eudocio Ravines”. Stalin lo manda a buscar y lo manda a Chile. Primero fue a Francia, luego a España y desde Argentina pasó a Chile. No lo recibieron muy bien, pero organiza un diario comunista. No lo miraban bien porque no era chileno, era un peruano y quería liderar todo, muy mandón. Luego se despide y se viene a Lima. Le manda la carta al jefe del Partido Comunista con su renuncia y saca un periódico semanal liberal llamado Vanguardia Revolucionaria. Y, como imprimía en La Prensa, le llamó la atención a Pedro Beltrán, que era el padre del liberalismo en el Perú. Y total que se hicieron muy amigos. Hasta que incluso hace de director de La Prensa mientras firmaba un señor Quintanilla. Luego fue director de Última Hora.
50 años del golpe de Pinochet. Ravines lo defendió.
Hay un libro de Ravines que se llama Rescate en Lima, que cuenta su paso por Chile. Acá sale como Rescate de Chile. Debería haber una editorial que resucite algunos libros de Ravines.
La conversión de la izquierda a la derecha común. Lo raro en Ravines es el rango: de la Komintern a la CIA.
Por eso lo deportaron tantas veces. Era un hombre importante. Yo le he enviado un ejemplar a Jaime Chincha, que es nieto de Eudocio Ravines. Y le dedico esta segunda edición del libro a Alejandro Rosell, uno de los mejores neurocirujanos de Lima. Él es sobrino de Ravines.
Tres personas fueron despojadas de la nacionalidad peruana: Haya, por Odría; Ravines, por Velasco; y D’ornellas, también por Velasco.
Él muere con pasaporte boliviano. En otra época tuvo el pasaporte de Naciones Unidas. Enrique Chirinos Soto consigue que le devuelvan la nacionalidad post mortem. A Ravines lo mata un accidente de automóvil en México. Algunos creen que lo mataron, como a Trotsky, porque el taxista de joven había sido del Partido Comunista Mexicano. Pero la Policía dijo que eso era historia antigua. No sabía a quién había atropellado.
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