“Hace poco aprendí que las cosas no hay que tomarlas tan a la ligera. Antes podía hacer varias cosas de las que luego me arrepentía”. (Foto: Javier Zapata/Perú21)
“Hace poco aprendí que las cosas no hay que tomarlas tan a la ligera. Antes podía hacer varias cosas de las que luego me arrepentía”. (Foto: Javier Zapata/Perú21)

Por Carlos Marroquín

En los 90, Coco Marusix era una de las reinas de la televisión y los cafés teatros peruanos. Hermosa, elegante, glamorosa, divertida. Una diva que encantaba con todos los talentos que describen a una vedette: el canto, el baile, la picardía y, sobre todo, el encanto. Incluso,

Hoy, después de haber estado más de 20 años alejada de los escenarios debido a un accidente cerebrovascular (ACV) que sufrió, Coco vuelve a las tablas para presentarse este 19 y 26 de mayo en La Posada del Mirador con la comedia musical Skandalosas, junto a otras artistas como Knella, Susan Renzo y Pedro Venturo. Nos recibe en su casa. Un espacio modesto donde vive muy tranquila junto a su madre. Tiene algunas dificultades para trasladarse, pero conserva el mismo brillo que la volvió un ícono para muchos.

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¿Cuál es el secreto para mantenerte tan regia?

Siempre digo que la buena vida y la poca vergüenza. Ahora, si me preguntas cuál es mi secreto de belleza, pues lo digo: la crema de lechuga.

¿Y cuánto ha cambiado tu vida desde que te dio el derrame cerebral?

Pienso que bastante. Aprendí a ser una mejor persona, porque antes no daba segundas oportunidades. Ahora me siento en la capacidad de escuchar, aunque me mientas. Ya lo que piense es mío, no lo diré. Pero ahora puedo comprender más el aquí y ahora. Antes era diferente. Incluso en los ensayos para las presentaciones que tenía. Yo bailaba, pero de reojo estaba viendo si alguien se confundía. Era exigente con todo y con todos.

El regreso.
El regreso.

Entonces, eras una mujer de un carácter muy rígido…

¡Sí! En su momento fue importante porque me ayudó a sobresalir entre todas y no ser una más del montón.

¿Cuántas pelucas llegaste a tener?

No recuerdo el número exacto, pero fueron más de 100 y de todos los tipos, rubias, onduladas, pelirrojas, morochas, lacias, de todo un poco.

¿Y recuerdas cuál fue la primera?

¡Sí! Era una peluca que estaba en el armario de mi mamá. Nunca supe si fue de ella o si alguien la dejó. Era de color castaño. Por años fue mi ‘camote’. Ya cuando empecé a trabajar, la cosa cambió y tuve varias.

Siempre fuiste muy talentosa, pero el baile era una de tus principales virtudes. ¿Cómo es que llega a ti?

Fue innato. Siempre me gustó bailar. Uno de mis primeros trabajos fue en la discoteca Perseo. Ahí es donde conocí al coreógrafo Miguel Ángel Maguiña, quien vivía en la residencial San Felipe. Entonces, se hizo mi amigo y me dijo que veía mucho talento en mí y me invitó a su casa para aprender y pulir varias cosas, como deslizarme sobre el escenario. Como me quedaba cerca, iba en bicicleta casi todos los días.

En esa discoteca es donde conoces a Efraín Aguilar…

Sí. Por esos días yo tenía un show que se hizo popular, donde interpretaba a Marilyn Monroe. Efraín fue a verme por recomendación de un amigo. Le gustó el número y me llamó para trabajar a su lado. Así es como ingreso a la televisión. De hecho… se extraña mucho ese ambiente.

Ya en la TV, ¿en algún momento sentiste algún tipo de rechazo?

A veces, pero me llegaba altamente. Nadie me regaló nada. Trabajando podía comprarme mis cosas. El lío era de ellos. Yo siempre he estado feliz con los pasos que he querido dar dentro de mi opción… el resto es problema de los demás. Nunca he tenido que esconderme ni inventar nada. Incluso, cuando voy a la calle, la gente todavía me reconoce con mucho cariño. Eso te ratifica que lo que has hecho no estuvo mal.

¿Cómo lograste canalizar toda la fama que te rodeó?

Sonreía todos los días porque no me lo creía. En algún momento, pisé nubes, pero mi gran amiga de toda la vida, Teddy Guzmán, fue mi cable a tierra. Admito que era complicado, al inicio, pero la madurez te va enseñando cuáles son los caminos por dónde ir.

¿Qué sientes ahora que ya no puedes bailar?

No te puedo decir que me siento mal, porque disfruto ver bailar a otras personas, aunque algunos lo hagan mal. He tenido conocidos que siempre me preguntan o piden un consejo. Entonces, les doy mi punto de vista y les digo que se vean en el espejo para comprobar si el consejo va o no va. Depende de cada uno. Eso finalmente me llena, el estar aconsejando y guiando.

¿Has pensado en abrir una academia?

La verdad, por flojera no me enfoqué en eso. Además, vino la pandemia y todo cambió. Se tenía que ganar plata de alguna manera. Así que me asocié con una prima para hacer mascarillas bordadas. Vendimos bastante.

Comentabas que ahora te das el tiempo de escuchar al resto… ¿Qué tan importante es escuchar?

Es tan importante como que te escuchen. Todos los días aprendes algo. Por ejemplo, hace poco aprendí que las cosas no hay que tomarlas tan a la ligera, como lo hacía. Antes podía hacer varias cosas de las que luego me arrepentía…

¿Y de qué se arrepiente Coco Marusix?

De confiar mucho en las personas. Ahora pienso que siempre tiene que haber una conexión recíproca. Pero el que quiere vender piña dice que está madura y muchas veces no es así.


Autoficha


  • “Soy Coco Marusix Campos. Nací un 3 de diciembre de 1964. Estudié Psicología en la Universidad Católica, pero no terminé. Quedé segunda en el Miss Universo que organizó la discoteca Perseo en el año 1982. Un año después comencé a trabajar con Betito”.
  • “Ahí (con Betito) es donde realmente comenzó todo. No sé de dónde salió esa leyenda urbana que me vinculó sentimentalmente con Jaime Bayly. Pero vi que él jugaba con eso y le seguí la corriente. Era divertido, pero, la verdad, nunca pasó nada. Además, pan con pan, budín”.
  • “No asisto a las marchas por un tema de cuidado. Me encantaría, pero mi estado no me lo permite. No puedo correr, por ejemplo. A la única marcha que voy es a la del orgullo gay, que es más pacífica y porque la organiza la discoteca Downtown, donde soy parte del staff e imagen”.