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Poner en valor Ayacucho
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Por: Carlos Añaños - Fundador del Grupo Aje y presidente del Patronato Pickymachay
Nací y crecí en Ayacucho, una región pobre, pero con muchas áreas de oportunidad. Sin embargo, vi, realmente, Ayacucho muchos años después, cuando pensando y reflexionando en mi vida y en la posibilidad de alcanzar la felicidad, me di cuenta de que necesitaba ser agradecido: Dar.
Esta historia comenzó cuando por trabajo, viajaba cerca de 480 mil kilómetros al año, pasaba 200 días fuera de casa y dormía una noche por semana en un avión. Entre esos trotes conocí el Reino de Bután y pude ver que para esa civilización lo más importante es la felicidad. Entonces la pregunta me asaltó ¿Soy feliz?
Ese cuestionamiento enorme me trajo a la memoria la charla que el profesor Tal Ben-Shahar dicta en Harvard y en la que habla sobre el ser agradecido como un camino sostenido hacia la felicidad. ¿Por qué no ser agradecido? Miré entonces hacia mi querido Ayacucho y fundé el Patronato Pikimachay, una organización sin fines políticos ni económicos, que sirve para apoyar, soñar y luchar para que mis paisanos no pierdan la esperanza en nuestra maravillosa tierra.
¿Cómo puedo poner en valor Ayacucho?, me pregunté. Aquella región en la que, según Richard MacNeish, nació al primer hombre pikimachay hace 20 mil años y que da al Perú la categoría de milenario. Con un grupo de trabajo diseñamos cuatro pilares en los que centraríamos nuestros objetivos: Acercar la artesanía al arte, “back to the basics”, dado que nuestros ancestros, los Wari, fueron grandes textileros y hasta el día de hoy no los logramos igualar. Aplicar el modelo “smart city”. Hacer que Ayacucho sea reconocido como patrimonio mundial por la UNESCO, logrando que se incluya en la red de ciudades creativas. Y crear la Marca Ayacucho, cosa que hicimos pronto con el “Estudio A” e “Interbrand”, creativos que usaron la iconografía del primer imperio Wari para nuestro diseño de marca.
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“Cada vez más ayacuchanos están conscientes de que lo que curará el abandono y el olvido en que aún vive Ayacucho será la generación de empleo digno, el emprendimiento y el desarrollo”.
Así llegó 2019 y tuvimos la enorme satisfacción de constatar que pasamos de 56 mil a cerca de 300 mil turistas al año, de ver incrementarse los vuelos de tres por semana a siete diarios. Potenciando los más de 32 destinos turísticos que tiene Ayacucho con todo lo que la industria del turismo mueve.
El COVID-19 nos planteó el reto: ¿Cómo convertir la crisis en oportunidad? El Perú es el tercer país con mayor cantidad de microclimas en el mundo, el cuarto país más biodiverso y el octavo con mayor cantidad de reservas de agua dulce. Nuestras papas nativas tienen cerca de 12 mil años de antigüedad, esto de acuerdo a las pruebas de carbono 14. La oportunidad estaba muy cerca de nosotros, envolviéndonos con nuestro propio nombre. ¿Quién vivió hace 12 mil años en Ayacucho? El hombre de Pikimachay, el que domesticó las semillas de la papa, un alimento que nutre en todos los rincones del planeta, que salvó de la hambruna a Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Por ello, el 2020, lanzamos Tiyapuy, la marca de papas nativas que pone lo altoandino en valor. Pero la oportunidad no estaba solo en la papa, también estaba en el maíz, la quinua, el tomate, el tarhui, la tara.
Terminando la pandemia ya estábamos en la Expoalimentaria, la feria de alimentación más importante del Perú. Llevamos cinco marcas y ganamos el Concurso Nacional a la Innovación 2022 con el producto Andes Food Perú S.A.C. Este 2023 llegamos a la Expoalimentaria con veinte embajadores que pusieron en escena productos agroindustriales y ganamos cuatro importantes galardones. Hoy estamos presentes en CADE. Nos concentramos en nuestros embajadores, en nuestros extraordinarios emprendedores que quieren salir adelante y demostrando su gran capacidad de resiliencia, innovación, esfuerzo y trabajo. La señora Gladys Palomino, por ejemplo, lidera la organización Manos Canela y trabaja con 40 mujeres ayacuchanas afectadas por el terrorismo. Pronto ellas estarán lanzando su colección de productos para el hogar en San Francisco. O Armando Pariona, artesano que a la vez pastorea vicuñas, y que hoy ha desarrollado unos sombreros de vicuña muy bien cotizados en el mercado nacional e internacional.
Cada vez más ayacuchanos están conscientes de que lo que curará el abandono y el olvido en que aún vive Ayacucho será la generación de empleo digno, el emprendimiento y el desarrollo impulsado por los propios ayacuchanos. La respuesta a la enorme pregunta que me hice: ¿Cómo puedo poner en valor Ayacucho?, va cuajando y quedando clara.
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