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[Opinión] Patricia Teullet: ¿Nos dejamos ilusionar?
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La pregunta que muchos se hacen es por qué se adelantó Pedro Castillo a arriesgar un cierre del Congreso cuando todavía nada aseguraba que hubiera los votos suficientes para generar su vacancia. Alguien, probablemente la misma persona que escribió el mensaje, tiene que haberle hecho creer dos cosas: uno, que la vacancia era inminente y que ya se tenían los votos necesarios para ella y, dos, que iba a tener el apoyo, no solo de la población, sino de las Fuerzas Armadas y de la Policía. La acción fue tan precipitada que, salvo teorías de conspiraciones que ya están circulando, solo se explica por un absoluto error de cálculo político.
Las noticias respecto al mensaje a la nación del expresidente Castillo han estado concentradas en el cierre del Congreso y el llamado a una Asamblea Constituyente para la elaboración de una nueva Constitución. Si bien esto significa que se gobernaría a través de decretos ley, menos se ha dicho de las otras medidas anunciadas y perfectamente diseñadas para gobernar como dictador y blindarlo contra los procesos que le habían sido abiertos: reorganización del sistema de justicia; del Poder Judicial, del Ministerio Público, de la Junta Nacional de Justicia y del Tribunal Constitucional.
No se trataba entonces de solo el cierre de un Congreso que amenazaba con la vacancia, sino de un conjunto mayor de medidas en un discurso demasiado bien redactado como para que hubiera sido hecho por el propio Castillo sin la intervención de alguien que sabía lo que estaba escribiendo, llegando incluso a ofrecer garantías a la inversión privada, la propiedad y a la libertad de empresa. Y esos no son los mensajes ni las señales que había dado el gobierno de Castillo desde su inicio (incluyendo a la propia Dina Boluarte), con mensajes antimineros e inacción frente a los ataques a las minas por parte de ciertos sectores de la población (algo que ha hecho perder importantes oportunidades en el momento en que se registraba precios altos en los minerales).
Así pues, salvo que haya pasado por un rápido proceso de conversión, la nueva presidenta no es necesariamente un rostro fresco, con ideas diferentes, que ofrezca condiciones que den tranquilidad a la inversión privada. Lo que sabemos de ella es que es bastante más astuta que el presidente, que supo saltar del bote a tiempo (solo justo a tiempo) y que, en lo político, puede ser capaz de conseguir el respaldo de una parte del Congreso, pero no nos hagamos demasiadas ilusiones. Dina Boluarte no la tendrá fácil, ya lo estamos viendo. Ahora, lo que necesita el Perú es recuperar la confianza, no solo en sus instituciones, sino combatir el enfrentamiento que, bajo la dirección de Castillo, se generó entre los peruanos.
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