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[Opinión] A quién queremos de presidente
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La institución más relevante para la vida del país es la Presidencia de la República, no solo por el poder que tiene la persona que ocupa el cargo, sino porque la Constitución establece que el presidente encarna a la nación y, por tanto, nos representa a todos.
La pretensión de Antauro Humala de candidatear a la presidencia ha abierto un debate sobre la pertinencia de que un condenado por asesinato pueda “encarnar a la nación” aunque haya cumplido con su condena.
La Constitución, con sus modificatorias, establece que no pueden postular a la Presidencia, Vicepresidencia o al Congreso las personas condenadas a pena privativa de la libertad, consentida o ejecutoriada, por la comisión de un delito doloso. Se incluyen los tipos penales referidos a terrorismo, tráfico ilícito de drogas, violación de la libertad sexual, colusión, peculado o corrupción de funcionarios. Estos impedimentos están vigentes aun cuando hubieran sido rehabilitadas.
Resulta lógica entonces la propuesta del congresista Carlos Anderson de incluir el delito de asesinato dentro de los impedimentos para postular, porque no podemos permitir que la persona que nos representa sea un asesino así declarado por las cortes de nuestro país.
Los partidarios de Antauro Humala van a decir que es una modificación constitucional con nombre propio. Tienen parcialmente razón ya que este caso es el que ha puesto en evidencia este vacío constitucional. Pero eso no es razón para dejar abierta la posibilidad de tener a una persona que no está a la altura para ejercer la primera magistratura del país.
Debemos buscar que la Presidencia la ejerzan personas libres de cuestionamientos morales y éticos porque sería el inicio de la degradación de la nación en su conjunto.
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