El Perú tiene múltiples problemas que limitan su desarrollo incluyendo una precaria institucionalidad, una clase política fragmentada sin idearios ni principios y una gestión pública mediocre. El discurso presidencial y la elección de la nueva Mesa Directiva del Congreso nos demuestran que no hay vocación de enmienda en nuestras autoridades al no percibir la necesidad de cambio que les demanda la ciudadanía.
El discurso presidencial terminó siendo lo que se esperaba: largo y aburrido con poco que rescatar. Como en discursos anteriores se nos brindó una lista interminable de proyectos en proceso de adjudicación, que sabemos que tomarán una eternidad en ejecutarse por trabas del propio gobierno. La propuesta más resaltante fue el anuncio de creación de un nuevo Ministerio de Infraestructura, lo que tiene más riesgos que ventajas. Ojalá se descarte en el Congreso, ya que en mi opinión distraería la capacidad ejecutiva de las entidades que absorbería con el riesgo de trabar proyectos. ¿Centralizar las obras en un solo ministerio es la solución en un Estado con graves problemas de ejecución? Otro anuncio rimbombante fue el cambio de nombre del Ministerio del Interior, cuando lo que se requiere es más eficacia en su accionar. No se presentaron acciones explícitas para promover la inversión privada, mejorar la calidad de la educación y salud, facilitar el acceso al agua y alcantarillado, y mejorar la seguridad ciudadana.
Por otro lado, el viernes pasado el Congreso eligió a su nueva Mesa Directiva, presidida por un congresista muy cuestionado por sus vínculos con la minería informal e ilegal, desoyendo las recomendaciones de los gremios y opinión pública; y confirmándonos la pobreza de nuestra clase política. Se requería hacer un corte con el populismo congresal e intercambio de favores, pero por lo visto seguiremos en lo mismo. Algunos mencionan que estamos inmersos en una polarización entre derecha e izquierda en el país, pero la composición de la flamante Mesa Directiva muestra que lo que interesa es la repartición del poder y no la defensa de idearios o posiciones políticas. Parece iluso pensar que aprobarán leyes que mejoren nuestra economía, reformen nuestro inoperante Estado y nuestro sistema político y electoral.
Es positivo que la economía esté rebotando de la recesión de 2023 y que se están retomando los proyectos Tía María y Majes. Ojalá no quede en anuncios. La próxima conclusión del Puerto de Chancay y del nuevo Aeropuerto Jorge Chávez también son buenas noticias, pero este rebote es aún frágil, ya que no incluye a los sectores que más generan empleo formal: construcción, servicios y comercio. Crecer los próximos años al 3%, como se pronostica es claramente insuficiente para generar los puestos de trabajo formales que requerimos y empezar a reducir la pobreza. Solo queda soñar que nuestras autoridades nos sorprendan e implementen políticas y aprueben leyes que nos permitan acelerar nuestro crecimiento.
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