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(OPINIÓN) Felipe Quelopana: «La razón por la que Guerrero se aleja de la Vallejo»
Ni la inseguridad de Trujillo ni el tobillo de Sabbag, para saber el verdadero motivo no hay que ser Aladino.
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Si pensaste que Paolo Guerrero ya no quiere jugar en la César Vallejo por la inseguridad en Trujillo o porque Alianza Lima lo llamó después de conocer la lesión en el tobillo de Pablo Sabbag, estás muy lejos de la verdad. Vamos a analizar lo que se sabe y lo que no del fichaje bomba que está a punto de convertirse en un papelón.
Veamos. Primero. Es, como mínimo, curioso que la familia Guerrero-Consorte sólo se haya dado cuenta de la inseguridad de su nueva ciudad después de ¡once días! de firmar contrato con la UCV. ¿Acaso el ‘Depredador’ no es peruano? ¿Acaso su familia no le avisó? Si en el navegador colocas «Trujillo», lamentablemente, la gran mayoría de noticias son de terror.
Segundo. Apelando a que es real y que ninguno de los dos (los diez o los cien) se pusieron a pensar antes en la inseguridad, pues -reflexionemos- ¿no es Rio de Janeiro la segunda ciudad más peligrosa de Latinoamérica y la sétima a nivel mundial en todos los índices de violencia urbana hace décadas? Y Paolo vive -muy tranquilo- hace 10 años allá.
Tercero. Mucho mayor que la ola de violencia y terror que azota a la ‘Ciudad de la eterna primavera’ es la que se vive en Quito y en todo Ecuador, donde asesinan a políticos todas las semanas e, inclusive, amenazan al mismísimo presidente de la República. Y Paolo vivió -muy tranquilo- más de cinco meses allá sin reclamar por la inseguridad.
Entonces, ¿qué es lo que realmente lo motivó a buscar su rescisión?
La única explicación estaría motivada por una traición, la de su amigo, el chocolatero mayor de la selección, el que lo presentó ante los directivos de la UCV, el que hizo de mediador. Así es. El que iba a ser su anfitrión estuvo y está en boca de todos por una infidelidad, una traición. Derrumbó su familia y, de taquito, el sueño de los Acuña y de su equipo.
No es difícil imaginar a tu enamorada, novia o esposa poniendo el grito al cielo tras saber que el amigo que te invitó a su ciudad acaba de ser ampayado por una infidelidad: «¿Tú sabías algo? ¡Dime la verdad! ¡Mírame a los ojos y dime la verdad!». «No, mi amor, te juro que no. Yo también me enteré por la televisión». «Está bien, ‘te creo’, pero ya no vamos. ¡Prométeme, por favor, que nos quedamos». «Tá bom».
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